
Pintemos las paredes rosa de nuestra catedral en un paraíso de esos sólo realizables en la imaginación. Habitación desalojada, seamos nuestra religión.
Seamos los ocupas del cielo.
Sentémosnos en las nubes acariciando la ternura que también se mastica si abres los poros de la piel, son como granos de azúcar en el té.
Todo es más dulce si nos cogemos de las manos.
Háblame de todo, que no me canse de tu voz ni soñando (despierta) que si lo hiciera contigo delante des palmas en el aire y me despiertes de mi gilipollez transitoria (¿transitoria?) la que me entra cuando me pongo contenta y aún no ha empezado la tormenta en mi cerebro.
Méceme. Cántame una nana (tu vida es más que suficiente)
Acariciame el pelo hasta que mis pestañas se abracen.
Escucha como late ese órgano que bombea sangre sin parar (casi puedo leer tu sonrisa en el papel) ¿Lo notas? cada segundo que pasa tu mano encima se llena de vida. Quizás después de esto deje de ser un zombie, sólo si me besas, claro, tampoco se trata de un milagro.
Es mi realidad, de rebote la tuya, y ahora flipas y me miras con cara de "no entiendo nada, ¿quién me ha narcotizado?" Entonces dudas de echarme la culpa pero tus intenciones duran una milésima de segundos porque en ese precioso instante te miras y descubres que tu mano se ha petrificado junto a la mía,que tus ojos se han clavado en los míos,que tus labios son imanes y mi boca la Tierra y...¡urgencia!
Tras destapar este velo de tu consciencia te despiertas, secándote el sudor de la frente, la respiración desenfrenada.
El mundo rosa se ha desvanecido a la vez que tu imaginación se ha hecho grande. Lo único que te hace sospechar que haya algo de cierto es el espumoso algodón de azúcar de la mesilla de noche, sin probar ni tocar si quiera, junto a un sobre que contiene una tarjeta:
"Nos queda aún por pintar el techo"