miércoles, 8 de junio de 2011

I could die for (without) you.




No sabes lo que duele tener que dejar a un lado lo que más quieres para tener que hacer de ti alguien, sobre todo cuando sabes que tal cosa no es posible. A esto podría añadir como argumento mil frases estereotipadas del tipo mi vida sin ti no tiene sentido, porque eres parte de mí, o simplemente no puedo vivir sin ti.

Desde pequeña, siempre que oía esta última, no podía evitar pensar en lo exagerados que eran los adultos diciéndose esas cosas, porque yo veía en mi día a día a personas que sufrían por desgracias mayores que no tener pegado a su lado las 24 horas del día a la persona que amaba. Digamos que habían conseguido que su significado original perdiera ese peso abrumador que aplasta la espalda y el pecho de cualquier enamorado, y como era de esperar, no las veía saliendo de mi boca en el futuro. Por lo tanto para mí tenía el mismo valor que cualquier otro fragmento del guión de la película de marras; se había sobrevalorado y ahora, ese no puedo vivir sin ti, vivía desprestigiado por mi mente, como todas esas frases del cine que repetimos como loros cuando somos niños.


Once, diez, nueve... -no lo sé exactamente- años más tarde, me veo como a esas adultas (o intento de ello) de las películas que tienen una vida terriblemente ocupada, que llaman por teléfono a su familia y amigos porque apenas tiene tiempo ni para respirar y siempre tiene un trabajo muy importante que hacer. Y entre toda esa vorágine de formalismos, obligaciones y, en general, todas esas cosas que tanto sufrimiento y satisfacción suscitan contradictoriamente, me siento estúpida al tenerme que parar, y con sentimiento de culpa, además, a meditar sobre el sentido literal que tiene esta expresión. ¡Lo ha cobrado por fin! Ha tenido que pasar tanto tiempo para entender que sin esa otra persona no puedes vivir, no puedes. Su búsqueda te puede hacer enloquecer, pero una vez que la has encontrado es imposible ser feliz sin ella. Tu corazón no deja de latir ni tus pulmones de funcionar, puedes seguir alimentándote y durmiendo lo necesario como para subsistir, pero tu mente se vuelve distraída, tu cuerpo se vence más rápido, tu energía se agota poco a poco hasta el punto de no tener aliciente para seguir.


No sé quién fue el primero en pronunciar esas palabras, no sé si tuvo en cuenta su peso, el del pecho y la espalda, pero no se equivocaba. Cada vez que me separo de ti mi cuerpo se rebela y me vence, y si le digo vamos, él me contesta de la única manera que sabe.