viernes, 25 de febrero de 2011

Altruista


Sabes que no me gusta hablar de amor como estereotipo, que se nublan las pestañas y ya no veo lo que digo si una masa de ojitos curiosos me dice que qué bonito, algún día deberías publicarlo. Pero hoy se me derramaron las páginas de un viejo libro entre los dedos y me di cuenta de la diferencia entre el amor del que habla la mayoría de la gente y el que nosotros conocemos. Decía que existe el amor humano y el amor altruista, el que se siente sin esperar nada, sin hormonas ni vísceras que muevan tus actos. Y yo que siempre me había estado preguntando por qué había más magia de la cuenta en nuestras sonrisas idiotas, llegué a la conclusión de que un amor tan fuerte había nacido del altruismo y, posteriormente, se había forjazo a golpes de martillo como el más mundano de los sentimientos; haciendo presión, vibrando en nuestro pecho y pinchando dulcemente por todo el cuerpo. Y yo, nada más toparme contigo, que no fue casualidad pero el destino ya se sabe, que tiene días traviesos, supe que tenía que entregar lo más puro y sincero que pudiera salir de este humilde corazón. Yo, que tuve contacto progresivo contigo, que nos movíamos en arenas movedizas y había escaleras de caracol esparcidas por toda una ciénaga de incertidumbre, que lo mismo nos hundía que nos elevaba sin saber por qué. Yo, nada más mirarte a los ojos supe que daría mi vida por ti, y no, no me había dado tiempo de quererte, solo de reconocer que eras . Después, abrimos la caja de Pandora y volvimos a ser simples mortales, pero con un arjé diferente, casi angelical.


Ya no pincha tanto esto que sentimos, solo si te caes en el suelo de los recuerdos te puedes clavar los cristales rotos que tiramos a gritos un verano en el que volvimos a nacer. Pero como no estamos solos, siempre tendremos al otro para levantarnos y limpiar bien las heridas, que no se infecten.


¿Y ahora? ¿sientes mi mano sujetando la tuya?

domingo, 6 de febrero de 2011

Enero (o una condena pagada con intereses)

Enero se ha pasado en un suspiro exhalado a medias entre el Himalaya y tu nuca. Frío y más frío; lo que os diferencia es que el único accidente geográfico que he recorrido entero (y que no me canso de hacerlo) es tu cuerpo. ¿Te acuerdas cuando te decía que yo no tenía las raíces ancladas en ninguna parte? ¿que mi cuerpo no pertenecía a ninguna tierra? Pues bien, estaba equivocada: he germinado dentro de ti y creo que no nos hemos dado ni cuenta. Porque ni las más bajas temperaturas matarían el nacimiento/renacimiento de una nueva ilusión, la ilusión de tenerte tan cerca que el vértigo fuera de los dos.

Enero ha escupido su nieve entre tus ojos y los míos, y los ha dejado impregnados de estalacticas metálicas que se oxidaban poco a poco. La luz se filtraba entre los escasos huecos que había dejado y nuestras pupilas se encontraban en las noches de sol. Pero lo cierto, es que nunca nos congelamos porque teníamos aliento de repuesto por si algún día se nos eclipsaba la esperanza. ¿Te acuerdas cuando te decía que después de superar aquella guerra ganaríamos cualquier batalla? Parece un juego de niños cuando ya has desafiado a la muerte.

Enero gélido se ha largado y por fin nos deja solos. Aterrizaremos juntos en algún rincón perdido en horas y minutos. Ya no me duele escalar en el frío; mis pies se han vuelto inmunes a mi autodeterminación y si, por algún motivo, no los llevo a ninguna parte, no importa, no pasa nada. Siempre podrán llevarme a dónde me puedas rescatar de mi automutilación.