viernes, 9 de septiembre de 2011

Re-caídas



Carolina pasaba las horas sumergida en una vorágine de deber y compromisos, de "tengo que irme, voy con prisa", de "mejor te llamo mañana". Todo aquello no solo le agobiaba, sino que la hacía sentirse anulada como persona, vacía y pequeña; sin quererlo estaba perdiendo su identidad para tomar otra diferente que no terminaba de aceptar. Ese frenesí diario la dejaba agotada tanto física como psicológicamente, lo que le impedía tener tiempo para reflexionar sobre las cosas realmente importantes en la vida, y por esa misma razón se sentía tan extraña y tan ajena de sí misma, pues no solía haber muchas personas que le dieran tanta importancia como ella.

Desde el momento en el que Carolina se percató de su metamorfósis mal avenida, le brotaron tímidas lágrimas de desconsuelo que se deslizaban por su cuerpo en todas direcciones: los sentimentos más profundos que había guardado durante tanto tiempo, se le resbalaban por sus hombros hasta los dedos y en las uñas se le almacenaron pequeñas partículas que le hicieron tener las manos frías toda la noche. Fue entonces cuando se dio cuenta de que realmente necesitaba un cambio, pero no sabía por dónde empezar si ya estaba reconstruyendo su vida e incluso estaba lejos de casa. Carolina se vio en un callejón sin salida, todo el miedo y la angustia de la incertidumbre se apoderaba cada vez más de ella a medida que sus lágrimas caían. Sus ojos emborronados por el llanto, con apenas una fina línea de pintura negra en el párpado, avistaron una foto que no recordaba haberla traído consigo: un diminuto rayito de esperanza se desplegaba en su horizonte incierto mientras se restregaba con la mano para poderla ver mejor.


Si había conseguido ser feliz en otro tiempo donde las adversidades eran casi infranqueables, donde los obstáculos crecían en la nada como bloques de cemento armado, ahora también sería posible destruir todo aquello que atacaba contra su cordura. Una pizca de estabilidad emocional sería suficiente para que Carolina no tuviera el corazón de escarcha, para que la necesidad de protegerlo con una coraza desapareciera. Y la clave para alcanzarlo no sería otra que ser fiel a sus principios, ser como siempre había sido, y no dejar nunca más de amar.

lunes, 1 de agosto de 2011

A gray lullaby in a gray day

Todo lo desconcertante de un agosto recién nacido condensado en vapor de agua sucia empañan sin piedad los cristales de sus gafas. Una lluvia que limpia, una lluvia que desmoraliza, una lluvia casi imperceptible para cualquier ser humano, pero no para quien tiene todo el tiempo del mundo para observar el cielo, para quien se siente vacío a medias.




Carolina, recostada en el sofá del salón, escuchaba el chapoteo de los niños en los pequeños charcos que se habían formado en la acera. Se levantó para asomarse al balcón y poder ver sus rostros sonrientes ante tal desconcertante sorpresa a mediados de verano. La barandilla verde de metal goteaba y eso hacía rabiar al perro del vecino, que intentaba dormir a pesar de los gritos de los niños y el agua que le mojaba la cola. Aquella imagen tan peculiar sería una de esas que jamás se olvidan por muchos años que pasen, pensaba Carolina mientras se dirigía a la habitación para rescatar su libreta, ya que la lluvia acababa de irse y había traído consigo la inspiración necesaria para escribir una nana gris de verano.




A muchos kilómetros de allí, Andrés caminaba por calles llenas de charcos como los niños que Carolina veía por el balcón, y tras un momento de corazonada, de esas que tenía cuando estaban separados mucho tiempo, pensó que su chica estaría como él, sintiéndose pequeñita ante un mundo inmenso.

miércoles, 8 de junio de 2011

I could die for (without) you.




No sabes lo que duele tener que dejar a un lado lo que más quieres para tener que hacer de ti alguien, sobre todo cuando sabes que tal cosa no es posible. A esto podría añadir como argumento mil frases estereotipadas del tipo mi vida sin ti no tiene sentido, porque eres parte de mí, o simplemente no puedo vivir sin ti.

Desde pequeña, siempre que oía esta última, no podía evitar pensar en lo exagerados que eran los adultos diciéndose esas cosas, porque yo veía en mi día a día a personas que sufrían por desgracias mayores que no tener pegado a su lado las 24 horas del día a la persona que amaba. Digamos que habían conseguido que su significado original perdiera ese peso abrumador que aplasta la espalda y el pecho de cualquier enamorado, y como era de esperar, no las veía saliendo de mi boca en el futuro. Por lo tanto para mí tenía el mismo valor que cualquier otro fragmento del guión de la película de marras; se había sobrevalorado y ahora, ese no puedo vivir sin ti, vivía desprestigiado por mi mente, como todas esas frases del cine que repetimos como loros cuando somos niños.


Once, diez, nueve... -no lo sé exactamente- años más tarde, me veo como a esas adultas (o intento de ello) de las películas que tienen una vida terriblemente ocupada, que llaman por teléfono a su familia y amigos porque apenas tiene tiempo ni para respirar y siempre tiene un trabajo muy importante que hacer. Y entre toda esa vorágine de formalismos, obligaciones y, en general, todas esas cosas que tanto sufrimiento y satisfacción suscitan contradictoriamente, me siento estúpida al tenerme que parar, y con sentimiento de culpa, además, a meditar sobre el sentido literal que tiene esta expresión. ¡Lo ha cobrado por fin! Ha tenido que pasar tanto tiempo para entender que sin esa otra persona no puedes vivir, no puedes. Su búsqueda te puede hacer enloquecer, pero una vez que la has encontrado es imposible ser feliz sin ella. Tu corazón no deja de latir ni tus pulmones de funcionar, puedes seguir alimentándote y durmiendo lo necesario como para subsistir, pero tu mente se vuelve distraída, tu cuerpo se vence más rápido, tu energía se agota poco a poco hasta el punto de no tener aliciente para seguir.


No sé quién fue el primero en pronunciar esas palabras, no sé si tuvo en cuenta su peso, el del pecho y la espalda, pero no se equivocaba. Cada vez que me separo de ti mi cuerpo se rebela y me vence, y si le digo vamos, él me contesta de la única manera que sabe.

domingo, 15 de mayo de 2011

Y contemplo y bailo y sonrío como una idiota

Sentirse pequeña, naranja aplastada, estrellada contra la acera. Disminuída y desgarrada.


Cuando vives con un guión predeterminado donde tu horario, mal hilvanado con tus verdaderas pasiones, se deshilacha como una manta vieja, y son precisamente sus hilos los que te ahorcan y al mismo tiempo agarras fervientemente por miedo a no tener nada más. Así, justo cuando vives así, piensas que a cada paso que das cualquier otro podría resbalarse con el rastro de des-autoestima y auto-menosprecio que tu cerebro gotea al caminar, ese jugo amargo que nadie quiere probar pero que se puede oler a kilómetros de distancia.

Ya no me queda argumento y siempre ensayo la misma escena que no lleva a ninguna parte. Soy un Titanic diminuto que bucea en un océano de incertidumbre y estoy a punto de tragarme el núcleo terrestre.

Si me paro a pensar en lo deprimente del asunto se me paran los relojes y me quiebro un poco por dentro si le intento dar importancia; entonces digo "No es para tanto, tienes sonrisas idiotas guardadas en los bolsillos y nadie te las puede arrebatar". Aún así, veo el resto del mundo patinar sobre el zumo de mis zapatos e incluso resbalar y caerse sin preguntar ni una vez el por qué de ese misterioso acontecimiento, que incluso se puede llegar a repetir varias veces la escena. No es el mejor público, pero es el que está dispuesto a caerse. Aún mirándolo con esos ojos, no dejo de plantearme que quizá ser diferente sea mi salvación y al mismo tiempo mi condena. Por ese motivo, si me quedo en blanco y ya no tengo más jugo que puedan exprimir, si ya no me quedan fuerzas y me resbalo conmigo misma tropezando con las suelas de mi zapatos en mis ideas, bailo. No pienso y bailo. Me pongo el vestido marrón y dejo que el desasosiego haga el resto. (Y cierre el telón)

domingo, 10 de abril de 2011

Un abrazo incorpóreo.

Give me a whisper and give me a sing give me a kiss before you tell me goodbye...
Parece increíble que siendo el mundo inmensamente pequeño seamos capaces de encontrarnos con las personas que, bajo una escala social, consideraríamos especiales, diferentes, entrañables, que te hacen sentir bien, que te proporcionan una extraña seguridad anclada en una complicidad de la que no se reconoce su origen. Son personas con un halo de magia, que tienen la habilidad de sorprendernos con sus trucos, que nos motivan en nuestras vidas rutinarias y le proporcionan color. Sin ese tipo de personas el mundo, aparte de tremendamente aburrido, quedaría incompleto, pues dejaríamos todo a cargo del más puro raciocinio y nuestras mentes no lograrían descansar de las obligaciones del día a día. Seríamos algo inhumanos, robóticos y marcianos. No seríamos del todo personas.



martes, 5 de abril de 2011

Avril

Con letra de niñata escribo y desgarro un folio amarillento, uno de la época esa en la que me quedaba escribiendo hasta las tantas de la madrugada, sin importarme las ojeras o el mal humor de por las mañanas si eso conseguía que mi alma se pudriera un poco menos.

Garabateo nerviosa en este trozo de papel que eso que te dije de que las pestañas se me habían cerrado herméticamente ya no me impiden ver el mundo; que vuelvo a ser yo.

En una hoja igualita a esta escribí hace unos años que quería equivocarme, tropezarme, quería hacerlo todo, bueno y malo, porque quería ser.Y ahora he superado mi prueba de fuego, la de sobrevivir en un mundo hostil completamente sola y hacer de ese lugar una primavera llena de ojitos que me cuidan y de risas, muchas risas, que hacen que se me escurra una lagrimilla si lo pienso. Ahora que he volado, cautelosamente, pero volado al fin y al cabo, ya no tengo miedo si todo cambia y tengo que empezar de cero, porque sí que puedo y nadie, nadie puede convencerme de lo contrario.


Con letra de niñata y algunos callos en las manos me desplomo entre sílabas que se derriten mientras las lees, pero no te das cuenta porque ya te ha calado y sabes que no se va a desvanecer así porque sí ¡Son tan fuertes las palabras! Son como pequeños puñetazos llenos de cariño que dicen "despiértate" o "levántate".

En un folio, malherida, me curo y me vendo viejas cicatrices que cada vez escuecen menos, y mientras se desinfectan en cada trazo de mi mano, mi alma se remueve de regocijo por saber que ya no tiene que plegarse en un corazón pequeñito, que vuelve a ser grande grande inmenso para hacer hueco a la primera primavera del resto de mi vida.

domingo, 20 de marzo de 2011

Las veces que.

Las veces que he creído morir si no te abrazaba en ese instante
Las veces que me he mirado al espejo y he deseado que aparecieras súbitamente por detrás
Las veces que he dado gracias por que aparecieras en mi vida
Las veces que he gritado, llorado, reído, blasfemado por ti
Las veces que mi cuerpo ha anhelado el tuyo y las veces que mi boca ha susurrado tu nombre en la almohada y no ha recibido otra cosa que tu olor adherido a unas sábanas que tienen más sudor que tejido.

Las veces que me he preguntado si podría vivir sin ti y las que he sido incapaz de responderme.

viernes, 25 de febrero de 2011

Altruista


Sabes que no me gusta hablar de amor como estereotipo, que se nublan las pestañas y ya no veo lo que digo si una masa de ojitos curiosos me dice que qué bonito, algún día deberías publicarlo. Pero hoy se me derramaron las páginas de un viejo libro entre los dedos y me di cuenta de la diferencia entre el amor del que habla la mayoría de la gente y el que nosotros conocemos. Decía que existe el amor humano y el amor altruista, el que se siente sin esperar nada, sin hormonas ni vísceras que muevan tus actos. Y yo que siempre me había estado preguntando por qué había más magia de la cuenta en nuestras sonrisas idiotas, llegué a la conclusión de que un amor tan fuerte había nacido del altruismo y, posteriormente, se había forjazo a golpes de martillo como el más mundano de los sentimientos; haciendo presión, vibrando en nuestro pecho y pinchando dulcemente por todo el cuerpo. Y yo, nada más toparme contigo, que no fue casualidad pero el destino ya se sabe, que tiene días traviesos, supe que tenía que entregar lo más puro y sincero que pudiera salir de este humilde corazón. Yo, que tuve contacto progresivo contigo, que nos movíamos en arenas movedizas y había escaleras de caracol esparcidas por toda una ciénaga de incertidumbre, que lo mismo nos hundía que nos elevaba sin saber por qué. Yo, nada más mirarte a los ojos supe que daría mi vida por ti, y no, no me había dado tiempo de quererte, solo de reconocer que eras . Después, abrimos la caja de Pandora y volvimos a ser simples mortales, pero con un arjé diferente, casi angelical.


Ya no pincha tanto esto que sentimos, solo si te caes en el suelo de los recuerdos te puedes clavar los cristales rotos que tiramos a gritos un verano en el que volvimos a nacer. Pero como no estamos solos, siempre tendremos al otro para levantarnos y limpiar bien las heridas, que no se infecten.


¿Y ahora? ¿sientes mi mano sujetando la tuya?

domingo, 6 de febrero de 2011

Enero (o una condena pagada con intereses)

Enero se ha pasado en un suspiro exhalado a medias entre el Himalaya y tu nuca. Frío y más frío; lo que os diferencia es que el único accidente geográfico que he recorrido entero (y que no me canso de hacerlo) es tu cuerpo. ¿Te acuerdas cuando te decía que yo no tenía las raíces ancladas en ninguna parte? ¿que mi cuerpo no pertenecía a ninguna tierra? Pues bien, estaba equivocada: he germinado dentro de ti y creo que no nos hemos dado ni cuenta. Porque ni las más bajas temperaturas matarían el nacimiento/renacimiento de una nueva ilusión, la ilusión de tenerte tan cerca que el vértigo fuera de los dos.

Enero ha escupido su nieve entre tus ojos y los míos, y los ha dejado impregnados de estalacticas metálicas que se oxidaban poco a poco. La luz se filtraba entre los escasos huecos que había dejado y nuestras pupilas se encontraban en las noches de sol. Pero lo cierto, es que nunca nos congelamos porque teníamos aliento de repuesto por si algún día se nos eclipsaba la esperanza. ¿Te acuerdas cuando te decía que después de superar aquella guerra ganaríamos cualquier batalla? Parece un juego de niños cuando ya has desafiado a la muerte.

Enero gélido se ha largado y por fin nos deja solos. Aterrizaremos juntos en algún rincón perdido en horas y minutos. Ya no me duele escalar en el frío; mis pies se han vuelto inmunes a mi autodeterminación y si, por algún motivo, no los llevo a ninguna parte, no importa, no pasa nada. Siempre podrán llevarme a dónde me puedas rescatar de mi automutilación.