martes, 5 de abril de 2011

Avril

Con letra de niñata escribo y desgarro un folio amarillento, uno de la época esa en la que me quedaba escribiendo hasta las tantas de la madrugada, sin importarme las ojeras o el mal humor de por las mañanas si eso conseguía que mi alma se pudriera un poco menos.

Garabateo nerviosa en este trozo de papel que eso que te dije de que las pestañas se me habían cerrado herméticamente ya no me impiden ver el mundo; que vuelvo a ser yo.

En una hoja igualita a esta escribí hace unos años que quería equivocarme, tropezarme, quería hacerlo todo, bueno y malo, porque quería ser.Y ahora he superado mi prueba de fuego, la de sobrevivir en un mundo hostil completamente sola y hacer de ese lugar una primavera llena de ojitos que me cuidan y de risas, muchas risas, que hacen que se me escurra una lagrimilla si lo pienso. Ahora que he volado, cautelosamente, pero volado al fin y al cabo, ya no tengo miedo si todo cambia y tengo que empezar de cero, porque sí que puedo y nadie, nadie puede convencerme de lo contrario.


Con letra de niñata y algunos callos en las manos me desplomo entre sílabas que se derriten mientras las lees, pero no te das cuenta porque ya te ha calado y sabes que no se va a desvanecer así porque sí ¡Son tan fuertes las palabras! Son como pequeños puñetazos llenos de cariño que dicen "despiértate" o "levántate".

En un folio, malherida, me curo y me vendo viejas cicatrices que cada vez escuecen menos, y mientras se desinfectan en cada trazo de mi mano, mi alma se remueve de regocijo por saber que ya no tiene que plegarse en un corazón pequeñito, que vuelve a ser grande grande inmenso para hacer hueco a la primera primavera del resto de mi vida.

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