sábado, 11 de diciembre de 2010

Ni que viviera en los Alpes suizos.

A veces me pasaba que me quedaba pasmada haciendo cualquier gilipollez. Por ejemplo, peinarme y arreglarme el pelo y luego seguir tocándolo y colocandolo lo mejor posible delante del espejo, aún sabiendo que no serviría para nada. Tengo un pelo muy rebelde, no sé si lo sabes, quizás esté demasiado largo.
Algo así me pasó aquella tarde que quedé con Irene para tomar un café. Bueno, lo del café era una excusa, porque yo lo que en realidad quería era convencerla para que dejara de una vez a la Señorita Rottenmeier que tenía por madre para que compartiera piso conmigo. Me caía bien, cada vez mejor y eso era raro en mí porque casi nadie me cae bien. Necesitaba estar con alguien, compartir la nevera, oír pasos que no fueran los míos; llegar al trabajo y que mi voz no sonara ronca por no haber podido hablar antes con nadie.
Pues eso, que llegué tarde y me dio coraje porque no me gusta hacer esperar a la gente, pero al final resultó ser ella la que me hizo esperar a mí. Su madre me abrió la puerta, derrochando simpatía y hospitalidad, y tras tirarme un rato esperando en el recibidor, porque la muy zorra no me dejaba pasar (no sé por qué no me tragaba, ¿tan grave era apartarla de su hija con treinta años bien cumplidos?) que al final le dije "Mire, que mejor espero abajo y así me siento". Luego me echó una mirada asesina y sin decir nada, me abrió la puerta para que me marchara.
En el portal hacía un frío tremendo, aquellas baldosas de mármol irradiaban toda la frialdad que probablemente aquellas familias acomodadas desprendían con sus sonrisas falsas y sus rostros estirados. No me gustaba nada ese ambiente, Irene no pintaba nada allí, o eso parecía en el trabajo. Yo al menos no la imaginaba siendo una de esas personas que se mueven bajo una programación y que ni siquiera son capaces de admitirlo, se creen muy inteligentes y muy glamurosos, pero la están cagando. La están cagando.
Estaba absorta en toda esa vorágine mental cuando del ascensor salió ella. Me dijo, con un poco de reparo, "Mi madre me ha dicho que preferías esperarme aquí, ¿Carolina, ha pasado algo?"
Pobrecita mía, lo que le quedaba por aprender. "Que va, estoy perfectamente, lo que no sé es como has podido aguantar treinta años con un palo por el culo"
En el fondo me dio pena, pero no puedo evitar ser brusca a veces. Al menos se echó una carcajada y eso sirvió para romper el hielo, el hielo que llevaba adherido a la piel desde hacía tanto tiempo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Carolina se ha perdido.

Carolina ya no sabe quién es, no sabe que ha ocurrido, pero antes sentía cerca a aquellos que se sacan las palabras de la boca como los magos sacan la ristra de pañuelos anudados de sus bolsillos. Y ya no, no se acuerdo del camino, no es capaz de retroceder sobre sus pasos porque cuando mira atrás... ya no hay pasos.

Carolina se encerró en su cuarto durante siete días y, mientras leía el Conde de Montecristo, se daba cuenta de lo paralelamente inversos que eran. Su cautiverio era involuntario, no tenía verdugo ni carcelero, sin embargo no era capaz de salir porque pensaba que sería una pérdida de tiempo, que no había nada más que pudiera interersarle allá fuera, donde el mundo parecía tan perdido; donde sus vestidos azul eléctrico eran tergiversados por chica de burdel; donde su polaroid apartaba la mirada cada vez que la quería utilizar; donde escribir en un peródico significaba estar o no de acuerdo con la mitad del país.
Así que en vez de cavar un tunel, escarbaba entre sus propios escombros para ver si quedaba algo de ella, de su génesis, de su historia. Su objetivo era infinito y ella nunca daba pie, por eso se acabó rindiendo y enterró de nuevo los pensamientos que podrían haberle abierto la puerta a la libertad.

Hoy, Carolina sigue en su cuarto, debatiéndose entre abandonarse del todo o darse una segunda oportunidad. No le queda suficiente oxígeno ni sabe si lo que tiene es sentido común o propio, pero aguantará un poco más la respiración hasta que se de cuenta que vivir en una prisión no es más que una quimera.

sábado, 30 de octubre de 2010

Mentiras.


Octubre es un seudónimo de frío, de cambio; es desgarrar y desarraigar; es caer en picado y que te sangre la nariz en un charco de lluvia, es mojar tus botas nuevas y llevarse pegada una hoja seca en la suela; es dar una bofetada y que te la devuelvan más fuerte; es ruido ensordecedor y silencio, eterno y sobrecogedor que te rescata de una mala pesadilla. Octubre, es el epicentro de una mala racha, es sacudir la cabeza al pasado y que te pongan la zanahoria delante del futuro; es romper y separarte y huir, pero también arrepentirte de noche cuando te miras al espejo y ves que no te ves. Octubre es tenerte en vilo cada segundo que no tienes lo que quieres tener, que no oyes lo que quieres oír, que no sientes lo que deberías sentir si nada de esto ocurre. Porque octubre, es un choque frotal contra el parabrisas; es un bucle en el espacio ¿y en el tiempo? mi sonrisa. Porque ya no tenemos nombre como conocidos; porque los desconocidos sienten curiosidad y yo estoy insatisfecha a pesar de que llevo tres octubres tatuados sin ningún sobresalto que contar. Solo que no sé lo que quiero, pero eso no es culpa de octubre.

viernes, 8 de octubre de 2010

Como el monstruo de Frankenstein.

No considero, no indago, soy conscuente con mi era: en el planeta de la posmodernidad ninguna acción tiene efecto; todo es inmutable si el presente flamante agostó el pasado, fulminó el futuro.

Es imposible escribir con cordura mientras tienes como banda sonora el telediario, pero esta frase de Pablo Gutiérrez es la única que une con imanes y post-its mis ideas revueltas, que ahora mismo son todas. Ya no tengo cabeza, tengo una nevera de estas de los hoteles, pequeñita, con el espacio justo para alguna botella de los jueves, para el zumo de por las mañanas. Todo se hiela, se está helando y todo el mundo mira para otro lado. A quién le importa si ya no lo miras con otros ojos, si no le dices nada para no clavarle monosílabos. Todos tienen un chaleco salvavidas que reza yo también tengo problemas en naranja fosforito. Nadie se conmueve, nadie se sobresalta, nadie grita nunca. Y a mí, que me pincha la escarcha que se agarra entre la uña y la carne, se me resbalan los motivos y las ganas de intentar cambiarlo, de buscar la garantía de este frigo-cerebro y reclamarle al Corte Inglés y la Seguridad Social que me ha estafado al convencerme de que podría ser uno de ellos. Ahora tienen una generación sin entrañas y yo, otra enfermedad crónica a parte del asma, llamada desilusión.

lunes, 30 de agosto de 2010

Carolina sangra por la nariz.


Y una noche me acordé de sus gafas de pasta negra justo en la terraza de enfrente, de su acento brillante, con ese tono tan melódico, tan de doblaje de estrella de Hollywood, que me entró mucho mucho vértigo y se me derramó toda la botella de agua por encima. Parecía una completa idiota, sí, totalmente, con el pelo chorreando y la camiseta pegada a la piel, que me asfixiaba y por un momento creía que era ella quien se adhería tan fuerte a mi cuerpo para no soltarme nunca más.


Apareció una noche, creo recordar que era de noche, en un chispazo, un apagón, un cortocircuíto que me narcotizó dejándome a merced de sus ojos y su flequillo. Fue un boom, un chas, una caída de escaleras de caracol cargada de cacerolas de acero inoxidable de estas que pegan un estruendo enorme cuando caen al suelo. Me volví completamente gilipollas en cuestión de segundos y fueron tan solo eso, segundos, lo que tardé en revivir todo lo que había sentido por ella.



martes, 17 de agosto de 2010

Destino-respiro


Carolina llegó a lo que suponía que era un respiro, un santuario donde abandonarse, perderse y encontrarse; un descanso, un fin de semana en la playa, un puente en Madrid. Carolina desembocó en el cansancio de decir siempre buenos días a las 10, de la rutina de cocinar a las 2 y media, del tedio de ver la tele después de comer. Así que aterrizó en una noche de huellas infinitas con rastros de estrellas a medio crecer, que le daban vueltas alrededor de la cabeza y se ponían coquetas para luego hacerla enloquecer. Y como no podía soportar más la presión de los astros, de la órbita, del infinito, se puso las sandalias que le hacían daño en los pies y metió algunas cosas en su mochila roja y se largó. Entonces dejó un rastro tras de ella, parecido al de las huellas de las estrellas pero más sutil, era en forma de olor, un olor a ella, ése que probablemente solo capten los perros. Y cuando llegó a su destino-respiro sientió sus pulmones hacerse grandes y más y más potentes, tanto que de una sola inspiración se tragó la sal del mar; tanto que de una sola expiración exhaló todas las caracolas que luego Ómicron le regalaría. Pero entonces todavía no se conocían y las estrellas, en los días como estos, jugaban a dibujar y desdibujar el futuro, porque como estaba nublado podían moverse a su antojo sin preocuparse por que le llamaran chaqueteras.

jueves, 5 de agosto de 2010

Angosto.

Pensé es suficiente, pensé ya basta. Como una gilipollas pasaba las horas devorándome el autoestima con exceso de velocidad y fatiga y sollozos que nunca rompieron y lamentos que nunca brotaron de mi boca. Y parecía que la cabeza me centrifugaba y pronto saldrían las ideas sin suavizante de melocotón del que le echan las madres a la ropa para que huela a casa y te invada la nostalgia cuando te largas.
Pensé doy pena, pensé qué asco. Que vomitar mi cerebro en forma de impulsos nunca fue un manjar digno, que me machacaba tanto por dentro a mí misma que dejé de darme tregua, de hacerme la pelota, de mentirme, de decirme un día es un día.
Pensé es patético segir fingiendo que no siento nada. Que no me duele paladear la bilis, sentir a qué sabe la derrota después de haber batallado con tu propia consciencia para ganar sobre esa puta vocecita interior que parece que todo lo sabe.
Pensé ya me he hartado de hacerme la insesible cuando hablamos de que yo me iré un día y dejaré petalos de rosas secos en el escritorio, una foto enmarcada, un oso panda de peluche.
Pensé en un desayuno sin diamantes, de zumo de naraja y croissants. Como si fuera nuestro último día en la Tierra.

domingo, 25 de julio de 2010

Soy un delfín

Se me suicidó una musa justo en el mismo momento en el que comprobé que tus manos cada vez están más lejos, tu tacto es un espejismo y nuestra isla, un desierto. No me queda fuerza para enfrentarme a una cuartilla de ese cuaderno que conoces y vomitarme entera, ni para soñar con los ojos quitados o dormir con la boca abierta, porque tengo los párpados secos y la lengua me sabe a distancia. Los recuerdos me pican en la garganta y los pulmones los tengo encharcados del cloro que tragamos cuando jugamos a estar vivos en un campo de batalla, donde no hay mayor arma que las palabras y las bofetadas son blandas. No es febrero ni marzo, nadie me ha robado un mes de mi vida y sin embargo es como si me lo hubieran quitado sin darme cuenta. He entrado en una espiral de juventud, de vida nueva, de relojes rotos y raíces que se pueden transportar donde tú quieras. Quiero llevarme las pulseras y los pendientes y los collares, pero me da miedo de la cangrena de los anillos, de las velas que se encienden y huelen a noche, a Francia, a nosotros y de todas esas películas donde había un final feliz. Porque yo esos nunca me los he llevado y las correas son para los perros, no para los delfines.
Pero aunque todas mis yo me griten en silencio, y al unísono, yo pensaré en todas nuestras fotos colgadas en una pared blanca y nueva, casi sin estrenar, como nuestros corazones.

domingo, 18 de julio de 2010

Cuando la crisis llega al país de las musas.


Una causa malherida, con tacón y minifalda
se arrastra, contonea y suplica
bajo las farolas de las Ramblas.


La luna, mueca de angustia,
dibuja un remolino en su melena,
y esta pobre desdichada se deja bajar la cremallera.


Mil pestañas segadoras, mortales abanicos;
todo el que la ve llorar, llora,
se le hace el corazón añicos.


Y ella, desesperada y jadeante,
en un catre sin amor y sin espuma,
se lamenta una vez más de su fortuna
mientras la confunde con una ignorante.


Y ella, princesa sin corona ni castillo,
fulmina con sus ojos al cabrón que le arrebata,
su dignidad, su mayor tesoro maltrata,
y esconde las lágrimas entre el humo de un pitillo.


sábado, 19 de junio de 2010

Tremendamente; humanamente.

Me di cuenta el día que dejé de disfrutar con la mantequilla fundida en las tostadas. Fue en ese momento cuando pensé que tenía que replantearme por qué llevaba dos meses sintiéndome más muerta que viva, que estaba reduciendo mi vida a una conducta autómata, rutinaria y excesivamente física. Tener que hacer las cosas en vez de simplemente hacerlas, eso, hace mucho daño, y no fui consciente hasta que todos los pequeños detalles se estrellaron contra mi servilleta de papel, arrugada y manchada de mermelada de fresa. Mi estómago se había vuelto más impertinente que de costumbre y cada gota de leche que tragaba pesaba una eternidad, casi como los segundos que sobrevolaban mi espalda y yo, sin darme cuenta, desayunando porque hay que desayunar. Y era paradójico pensar que justo en el momento en el que más sabia era, con el cerebro a punto, (a punto de estallar) rebosando de conocimiento, me resultara más difícil conocerme a mí misma y escucharme y sentirme. En los libros de texto no explican cómo des-obnubilar las mentes ni levantar nuestros párpados internos ni recuperar nuestra magia autóctona y personal. Más bien explican cómo nacen y mueren las ideas, pero no cómo resucitar.
Me avergoncé de mí misma, me quedé quieta y luego me prometí que no me abandonaría nunca más.

jueves, 10 de junio de 2010

Un petit parenthèse.

-Je n'ai jamais été jalouse, mais ça me dépasse!
-Quoi?
-C'est mon fiancé. Il reste là-bas avec une autre étudiante de droit, une telle Cristine qui est super...
-Carol, je ne crois pas que...
-Ça y est Gerard, je préfére oublier le sujet.
-Ah, d'accord

(silence)

-Mais c'est drôle! ja ja ja. Carol, s'il te plaît, ne te dérange pas!
-Est-ce que tu est con? Pourquoi c'est drôle? Eh!? Ça ne me plaît pas du tout!
-Parce qu' il ce qui devrait être tout jaloux.
-Quoi?
-Je t'aime beaucoup, Carol, et tu sais que je fais quand j'aime beaucoup à quelqu'un ?
-Non
-Tout

jueves, 20 de mayo de 2010

Y seguir formando parte de los capítulos de tu vida.


TÚ: Yo tampoco escribo mucho ahora

YO: También me he percatado de ello.

TÚ: Prefiero dejar mi inspiración para escribirte

YO: ¿Me dedicarás algo?

TÚ: Existen millones de formas de decir te quiero sin usar esas palabras. Utilizo mi inspiración para encontrar alguna otra forma más para decírtelo. Aunque si prefieres que te lo diga a la vieja usanza solo debes decírmelo.

YO: No sabes lo feliz que me has hecho en estos segundos

TÚ: Pues tendré que esforzarme más, unos pocos segundos están muy lejos de mi objetivo.

YO: No quiero que pienses que solo he sido feliz durante esos segundos, me refiero mientras leía todo eso.

TÚ: No lo pienso.

YO: Soy feliz desde que estoy contigo

TÚ: Pero quiero que cada segundo para ti sea inolvidable para ti

YO: Y yo estoy deseando formar parte de los capítulos de tu vida

TÚ: Ya formas parte de ellos

YO: ¿Sabes? Cuando te estaba leyendo estaba pensando que cómo es posible que seamos tan iguales, porque a mí me pasa lo mismo, me gusta decir te quiero sin decirlo, aunque también con esas palabras, pero tampoco me gusta romper la magia.

TÚ: Te quiero

Yo: Yo también te quiero.




Y desde entonces no he dejado de quererte. 365

sábado, 8 de mayo de 2010

Como guardar los ojos en un réquiem.

Cuando Carolina llegó a Villa Aurora se le partió el corazón al encontrarse a don Julián tan deteriorado. Don Julián era su vecino de abajo, un señor muy mayor que caminaba con dificultad, apoyado siempre en su bastón de punta de marfil en forma de león. Según tenía entendido, desde que se había jubilado tan solo se dedicaba a la pesca y dar paseos por la playa y por el puerto, pero antaño había llevado una vida convulsa, pues había sido escritor y apostado por la libertad en un momento en el que las palabras eran poco más que magia de cuentos de hadas.
Carolina le preguntó por su estado de salud, pues tenía ojeras y la piel muy pálida, los huesos se le adivinaban bajo la camisa blanca y las mangas cortas le quedaban más holgadas de lo normal. Pero sorprendemente no estaba enfermo como ella creía, ni había tenido un pequeño accidente doméstico ni ningún altercado parecido; estaba así de pura tristeza, frustación, calamidad. La fuerza de la memoria era lo que lo mantenía con vida, y al mismo tiempo, lo estaba matando a golpes de recuerdos de sangre. Casi sonó irreal cuando le dijo, con la voz llena de sentimientos encharcados, que llevaba una semana en la que a penas dormía, con el miedo en el cuerpo a todas horas, porque desde que el vecino del primero había empezado las obras escuchaba, un poco antes del amanecer, unos golpes secos en el patio. Esos golpes no eran de otra cosa que de preparar el material y colocar las herramientas, pero a don Julián le recordaba, tal y como le hizo saber a Carolina, a cuando era a penas un chaval y lo metieron en la cárcel por rojo, y todas las mañanas se llevaban a algún amigo al pelotón de fusilamiento.
Carolina le regaló una sonrisa triste y se apresuró a decirle que no tuviera miedo, que esos tiempos ya habían pasado. Pero cuando don Julián se giró para proseguir su camino, no pudo reprimir dos lágrimas de puro fuego que le quemaban la cara como pólvora de cañón. Pues él no era el único que tenía pesadillas con remover el pasado y traerse consigo la tragedia.

martes, 20 de abril de 2010

Coleccionistas de domingos e intercambios de clase.

No existe límite en este ni en ningún otro mundo para nosotros. Los "20" se reproducen con cada mirada de almíbar, con cada impulso de comernos y tu cuello se ha convertido en mi lienzo, donde dibujo sonrisas entre cosquilla y cosquilla.
Nunca antes vi tanta felicidad concentrada en unas pupilas; mi cama huele a tu cuerpo y en cada rincón, una célula tuya. Te tengo grabado entre los pliegues de mi alma, con hilo de plata bordado al ventrículo izquierdo y se me rompen las costuras si, por un casual, dejo de oír los "te amo" que adornan mis orejas. Es entonces cuando pienso que debería cincelarte estos versos en los labios, y borrarlos con saliva y volverlos a escribir, borrarlos y volverlos a escribir, volverlos a escribir...

como si no hubiera mañana.

Porque podría pasarme todas las eternidades que nos quedan exprimiendo mi energía en regalarte las palabras más dulces o inventarmelas incluso, que no habría lenguaje que superase el nuestro propio.

martes, 13 de abril de 2010

Desintoxicación de convencionalismos.


Creía aún que todo había sido un sueño pero no. Durante su letargo, Carolina había perdido demasiadas cosas: había perdido el trabajo, la orientación, la memoria; el hilo conductor hacia lo más profundo de sus entrañas, el cuaderno de Marilyn Monroe donde escribía para desahogarse cuando llegaba de trabajar, el esprimidor y la tetera que le regaló mamá. Se sentó al borde de la cama a pensar y se dio cuenta de que todavía tenía algunos granos de arena incrustados entre los dedos de los pies. Aunque parezca una tontería aquello le hacía feliz porque se sentía de nuevo ella, pero dejando a trás parte del peso muerto que llevaba soportando en la espalda desde hacía tanto. Andrés no daba señales de vida y estaban en abril. Para entonces, creía, habrían escapado juntos a algún punto del mundo lleno de nieve y copitos de tolerancia; de sentido común, de tulipanes...

Permaneció allí, con las sábanas aún medio enredadas en los muslos y una camiseta que ponía Carpe Diem en el pecho. Tenía surcos de sudor en la piel y en los huecos que quedaban libres, estaban incrustados pequeños interrogantes como garrapatas. Todas las viejas verdades se había evaporado, ya no tenía nada claro. Solo sabía que era el Atlántico. Ahora tenía el regusto a vértigo en la boca y las ganas bailando entre las pestañas porque nada a contracorriente de ella misma y la adrenalina siempre la había vuelto loca.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Ave fénix

Respirando sal en la última mañana de marzo, respirando libertad y sueños. Respirando, al fin y al cabo, Carolina se destapó el rostro para contemplar el mundo después de tanto tiempo y sus pulmones y su corazón se lo agradecieron porque ya no aguantaban tanta represión.
Hacía tanto que no pisaba la arena, que no metía sus piernas en los charchos que se forman junto a la orilla que poco a poco empezó a sentirse viva de nuevo y mientras Ómicron le ponía al día de su vida su sonrisa se abría paso entre el pasamontañas y su flequillo.
Formaba parte de la playa, del aire, de las nubes y eso ya era mucho para ella, que su desgracia nacía en el desarraigo y sus venas no tenían dónde asentarse. Se dejó secuestrar por las dudas y los reproches y una vez más escapó de ser ella para encerrarse en un submundo al que nadie tuviera acceso, hermético, gélido, a oscuras. Pasó algunas semanas escuchando Don't Cry de Guns and roses y mirando viejas fotos de sus padres cuando aún parecían una familia. Pero pensó que no merecía la pena huir porque aún quedaban por cumplir algunos puntos de la lista de Cosas que hacer antes de que esté muerta. Así que, a ella misma, secuestradora profesional de ilusiones, se pegó una soberana bofetada y tras el impacto cayó al suelo. Cuando se levantó, con cierta dificultad, se desató las manos y entonces fue cuando por fin se descubrió el rostro en mitad de su origen. Estaba en su lugar favorito, su playa, con la cara marcada por sus fuertes impulsos y su pulso fuertemente marcado en su yugular que bailaba acelerada al son de las olas.

sábado, 20 de marzo de 2010

Yo no hablo italiano.

Ahora mismo estás flotando en mitad de una calma infinita enfrentada con las noches de póquer, con risas, con bromas; espero que no mucho más. Todo tú está sumergido en la vorágine que te envuelve de estridencias y emergido del mundo de los sueños al que siempre te he querido trasladar. Hoy no eres nada mío, me he quedado sin conexión. A veces te extraño y otras, pienso, lo mejor es permanecer con el vínculo cerrado por vacaciones. Descansemos de nosotros, que nos hemos herido en estos últimos tiempos; descansemos de vernos, de tocarnos, de besarnos; descansemos de ser nosotros para no perder la ilusión de seguir siendo nosotros.
Italia te arrastra a su orilla mientras yo me dejo llevar por los recuerdos de un cristal que dividía nuestro mundo en dos, porque siempre que me invade la nostalgia es allí a donde acudo. Al punto de encuentro, de unión, al vértice de nuestra pirámide (¿recuerdas cuando yo era Cleopatra?)
Para colmo he perdido la fe en mis palabras, sabes que ya no sé cómo decir las cosas sin que suenen vacías o lánguidas. Tampoco quiero ser previsible porque eso iría en contra de mis principios, por eso doy tantos rodeos para decirte que te echo de menos, que no me olvido ni un instante de que hoy es 20, que te quiero y que si Carolina no se hubiera largado, ella lo habría dicho todo mucho mejor por mí.

martes, 9 de marzo de 2010

¿Dónde están ahora las baldosas amarillas?


Torvellinos de palabras hechas jirones, sucias, enredadas unas con otras. Lenguas desheredadas en una carretera con vistas al mar y entre ceja y ceja, la convicción de seguir dando un paso tras otro, tras otro...hacerte grande y alargado, alguien importante, una figura recortada de una reserva natural y pegada en un despacho con máquina de café. ¿Quién eres? ¿Quiénes somos?




lunes, 1 de marzo de 2010

Dulce.


Febrero se ha largado (por fin) pero lo ha hecho triunfante, dejándome engalanada, radiante. Feliz.

Carolina tampoco soportaba los febreros porque le recordaba al año en que su padre se fue de viaje y no se acordó de felicitarla. Y no es que le otorgara demasiada importancia a eso de las felicitaciones, pero todos habían desconectado de sus vidas para arrancarle las sonrisas de cuajo y él, cuando se dio cuenta de no haber sido partícipe de aquel milagro, se sintió avergonzado.


miércoles, 24 de febrero de 2010

Si todo fuera tan fácil como comprar naranjas.

No sé si es este maldito mes y todo lo que implica o que me duele la garganta, pero el caso es que hoy no me cuentro especialmente bien. Tres horas tirada en la cama, a base de paracetamol, lizipaína, amosicilina y zumo. Y eso no es todo. Íntimamente ligado a todo esto va mi estado de ánimo, por supuesto, que no se destiñe así como así, que me tiene que venir algo de fuera para que se me caiga al suelo, que yo no me pongo tan mustia por un resfriado. Como no podía ser de otra manera me tiene así el febrero (yo le pongo artículo porque considero que suena más despectivo) El febrero me ha vuelto a joder pero de manera diferente, en lo único que coincide con los demás es que me ha arrebatado unas cuantas ilusiones de cuajo para hacerme ver (intuyo yo) de golpe, todo lo ignorante que soy, todo lo equivocada que ando por la vida y que ahora que cumplo un año más me tengo que dar cuenta a la fuerza, pues en todos los meses anteriores, o bien no se me ha iluminado la bombilla o simplemente la he ignorado.
Ahora llevo un luto de reminiscencia porque tan sólo soy capaz de recordar de febrero en febrero, que nada es para siempre, que las ilusiones son tablas flotando después de los naufragios y que o bien te rescatan desde las alturas o te hundes, pero que no te puedes pasar la vida adherida a una puñetera tabla. Y por eso creo que es mi mes de muerte y resurrección, y cuando saltamos a marzo yo ya soy otra.
Supongo que este año no será menos, han pasado cosas en estos días, se me ha agotado el brillito de niña pequeña que me quedaba en los ojos (espero que no para siempre) igual que se me agota el zumo de la mesilla de noche. Pero está claro que no todo es tan fácil en esta vida como salir a comprar naranjas.

sábado, 20 de febrero de 2010

De mármol blanco y celeste polar.

Se nos ha pasado en un suspiro otro 20 más. Casi no puedo creer que sean tantos, sobre todo después de que me dejaras haciendo equilibrio sobre una pierna en mitad de la cuerda floja. Luego dijiste que serías como la colchoneta que hay debajo y te creí. Vete lejos... pero no sueltes mi mano.
Se me ha incrustado un nueve en el dedo a modo de alianza (curioso, ¿verdad?) como los recuerdos que se me han ido grabando y cincelando en algún rinconcito de la memoria y que, auguro yo, no podrán borrarse nunca. Azulejos fríos, cuerpos calientes, saliva, apártate el pelo del cuello, déjame que te abrace, dame calor; cama celeste polar, retinas clavadas en las retinas, espejo del alma (del baño); tú, yo; éxtasis en pequeñas dosis repartidas, pupilas dilatadas, desorbitadas; homofonía orgásmica. , yo.

viernes, 5 de febrero de 2010

Perdóname cariño, es febrero.

Me da miedo que te canses. Mi inestabilidad emocional es directamente proporcional a las ganas que tengo de ser un poco más libre (si cabe, si es posible serlo de verdad) por eso acabo perturbada cuando algo se interpone entre mi capacidad cognitiva y tú,, .
Dices que eso es imposible pero yo vivo en guerra constante contra algunas regiones de mi cerebro y a veces siento como si se me hubierra borrado, extrirpadas súbitamente, absorvidas por la nada, una nada que sí pesa y tiene color. Otras veces pienso que si no se me hubieran borrado ahora sabría distinguir esa nada de todo lo demás y la ira no sería tan arrogante de mirarme coqueta, sin embargo cada día soy más esa diva de los cincuenta de pestañas altas de la que dije que tendría que parecerme para sentirme sobre la situación y no debajo; no llevo tacones porque eres de nuevo tú el culpable de mi delito y no creo que nunca me vayan me a hacer falta.

miércoles, 20 de enero de 2010

Las obligaciones me pican, pero el 20 no se queja.

Sabes que el tiempo me pesa en las pestañas, que el reloj se me atrasa o adelanta a su antojo y encima todos los charcos que tengo que saltar para encontrar(te) un ratito de soledad de esos necesarios para sacar a flote lo que llevo dentro, vomitarlo pero sin acidez, que fluya. Cada vez tengo menos ratitos, ya casi me conformo con soñar dormida y luego acordarme de algo. Y lo más curioso es que parte de lo que me impide avanzar en ese trecho hasta llegar a ti, obstaculizado por rutina, es además obstaculizado por el trabajo sobre el amor, la inteligencia emocional y la seducción. Puedo dedicártelo si quieres, cuando esté terminado, pero hoy por hoy soy incapaz de gestar a Carolina o de dedicarte algún verso, porque los segundos que pasan entre lapso y lapso de inspiración me desgarran como lobos hambrientos.

sábado, 9 de enero de 2010

Resfriados, parturientas y colapso mental.

Nunca he sido capaz de abandonar nada pero ahora mismo me declaro insolvente de ideas claras, porque no quiero seguir vomitando palabras cuando sé que por otro lado estoy cociendo algo mejor. Mi ordenador está estropeado, eso tampoco ayuda a levantarme el ánimo, y Carolina me pega patadas en el cerebro como los fetos cuando están en el vientre de la madre. Está deseando salir, salir del todo, pero este no es el momento. Ya es demasiado prematura como para forzarla más, no quiero que se hunda.
Supongo que no es de extrañar que el cacharro se haya estropeado con este tiempo, no hay Dios que le quite tanto virus. Pobre, me estornuda en la cara.