sábado, 8 de mayo de 2010

Como guardar los ojos en un réquiem.

Cuando Carolina llegó a Villa Aurora se le partió el corazón al encontrarse a don Julián tan deteriorado. Don Julián era su vecino de abajo, un señor muy mayor que caminaba con dificultad, apoyado siempre en su bastón de punta de marfil en forma de león. Según tenía entendido, desde que se había jubilado tan solo se dedicaba a la pesca y dar paseos por la playa y por el puerto, pero antaño había llevado una vida convulsa, pues había sido escritor y apostado por la libertad en un momento en el que las palabras eran poco más que magia de cuentos de hadas.
Carolina le preguntó por su estado de salud, pues tenía ojeras y la piel muy pálida, los huesos se le adivinaban bajo la camisa blanca y las mangas cortas le quedaban más holgadas de lo normal. Pero sorprendemente no estaba enfermo como ella creía, ni había tenido un pequeño accidente doméstico ni ningún altercado parecido; estaba así de pura tristeza, frustación, calamidad. La fuerza de la memoria era lo que lo mantenía con vida, y al mismo tiempo, lo estaba matando a golpes de recuerdos de sangre. Casi sonó irreal cuando le dijo, con la voz llena de sentimientos encharcados, que llevaba una semana en la que a penas dormía, con el miedo en el cuerpo a todas horas, porque desde que el vecino del primero había empezado las obras escuchaba, un poco antes del amanecer, unos golpes secos en el patio. Esos golpes no eran de otra cosa que de preparar el material y colocar las herramientas, pero a don Julián le recordaba, tal y como le hizo saber a Carolina, a cuando era a penas un chaval y lo metieron en la cárcel por rojo, y todas las mañanas se llevaban a algún amigo al pelotón de fusilamiento.
Carolina le regaló una sonrisa triste y se apresuró a decirle que no tuviera miedo, que esos tiempos ya habían pasado. Pero cuando don Julián se giró para proseguir su camino, no pudo reprimir dos lágrimas de puro fuego que le quemaban la cara como pólvora de cañón. Pues él no era el único que tenía pesadillas con remover el pasado y traerse consigo la tragedia.

2 comentarios:

Manuel Anarte dijo...

Pobre Don julian. No se que es lo que te dije para inspirarte, pero lo cierto es que las cicatrices de la guerra aun no se han cerrado

Te amo(L)

Desde huelva, provincia de Aroche

marta dijo...

Jo. Don Julián me ha parecido un personaje tan tierno y desdichado... Ojalá encuentre reposo pronto, pobre.
Y quiero saber más sobre Carolina ¿cuáles son esos recuerdos que atacan su mente?
Un beso MMUYGRANDE :)