viernes, 25 de diciembre de 2009

De hielo puro en las sienes.

El mundo de Carolina, su mente, sus cambios de humor. Todo era intenso y repentino, a veces hasta le dolía que fuera así. Ya habían pasado más de cuatro meses desde aquella vez que sientiéndose infinitamente sola, enfermiza y a punto de desbordarse y deshacerse en agua para acabar infectada en la alcantarilla que había justo al lado de la puerta del Neptuno, Andrés había aparecido de la nada para salvarle, como ella pensaría después. Esa noche cambió su vida porque pensó que él se parecía a lo que llevaba buscando tanto tiempo y creía querer tener. Siempre fue insegura, no sabes hasta que punto lo era, pero en ese instante tuvo la certeza de que se conocerían por alguna razón ineludible.
Ahora es diciembre y el invierno le cincela los huesos y los recuerdos a golpes de incertidumbre escabrosa. Tiene miedo de haber perdido la oportunidad de su vida, la más grande de todas, de haberse destrozado a sí misma, ahogado y sumergido en ese pozo que ella misma cava a menudo cuando de la tierra que se echa encima hace sistemas montañosos que la cubren de lástima.Sí, tenía la puñetera manía de infravalorarse hasta más no poder y hacer creer a los demás que no servía para nada. Su pozo y su silencio, el agua de las alcantarillas, el miedo de no poder respirar; se ahogaba. Aquella noche del 26 de diciembre tenía un miedo atroz a perderse para siempre. Entonces, mientras escuchaba la tormenta que fuera arrasaba con las pocas hojas que le quedaban a los árboles de la avenida, se le ocurrió volver al pueblo donde había pasado, cuatro meses a tras, la mejor época de su vida. Pensó que todavía quedaba alguna posibilidad de que Andrés la recibiera.
Mientras tanto, la noche seguía desvelándola con sus inquietantes sonidos y los recuerdos la bombardeaban de manera intermitente cuando intentaba dormir. Quizás fuera la forma que tenía su subconsciente de querer arrullarla, con recuerdos dulces de sol, porque verdaderamente nadie más lo haría; estaba completamente sola.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Decías: Unidos. Y a mí se me derretían las ganas.

Acabas de irte y las tripas se me han hecho un nudo. Tengo demasiados restos tuyos encima como para no echarte de menos, tu olor, saliva, células varias... trocitos de ti que ya son míos y me apego a ellos para no sentirte desaparecer. Parece una tontería, nos vemos a menudo, pero es que cada vez que pasa un 20 se me hace más difícil pasar el tiempo sin ti. No me gusta.

Y como djo Fito, lo más lejos... tu lado.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Eros y Psiqué.


Me derretía(s). Sabes que conseguías que me ardiera la piel con susurros.

Siempre había pensando que cuando dos cuerpos se atraen tanto se llenan de calor como dentro de una burbuja y por eso no pueden separarse, porque entonce se rompería y destrozarían la magia reduciendola a ilusiones espolvoreada en sus espaldas. Esas espaldas que hierven como sus labios o como sus ojos, sus lenguas o sus manos, quizás ésas ardan más pero no más que los puntos donde se unen lo visible de lo invisible, lo conocido de lo desconocido. Lo que se puede palpar con los sentidos y lo que se puede palpar con ese pedazo de lienzo que todos llevamos enredados en el pecho y le intentamos poner forma pero sólo alcanzamos a llamarle alma y porque la bautizaron los griegos. Lienzo enredado como los cuerpos que danzan y chocan y liberan azúcar por los poros y por eso saben dulces los dos, pero eso lo convierten en palabras bonitas que también se comen pero que no suben el colesterol.

Y todo es un baile de texturas y de olores, no sólo de sabores, que configuran una extraña atmósfera cargada de un oxígeno de nueva creación que los científicos no podrán estudiar sin volverse un poco más locos, un oxígeno que cada uno crea a su manera, con el tiempo, pero que si no lo aspiras puedes axfisiarte igual y entonces te entran ganas de tirarte desde un puente. Pero llega otro cuerpo, que se adhiere a ti, se engancha a tus deseos y te descubre el mundo con nubes de otros colores. Es por eso que desde hace un tiempo las veo que parecen algodón de azúcar, porque de felices se han puesto gordas y redondas y de endulzarlas ya nos encargamos nosotros.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Viajando por el sistema solar IV (recogiendo sonrisas en las esquinas)

-¿Esperas a que aparezca tu chico?
-No tengo de eso.

(Una y otra vez resonaba en la cabeza de Carolina.)

Cuando salía pensó que su vida era mucho más deprimente que cuado había entrado, y como si su pensamiento hubiera sido una llamada de socorro, apareció él. Su vecino se dirigía a entrar con otro hombre en el local, aunque no se le veía demasiado entusiasmado.
-Oye Andrés ¿a qué viene esa cara mustia, no tienes ganas de salir con tu primo? Que hacía dos semanas que no me pillaba un viernes libre.
-Que no hombre, que no es eso. Es que hoy no me encuentro especialmente bien.
-Vamos, que harás lo de siempre: te irás el primero poniéndonos excusas baratas como sacar al perro.
Los dos rieron.

Carolina, que aún los escuchaba medio oculta entre los coches del aparcamiento, también rió.
-Bah, paso de discutir contigo, vete antes de que me arrepienta pero si quieres que te excuse delante de éstos para que no se rían más de ti tendrás que pagarme una copa.
-Joder, pues si que me sale caro darte plantón.
Mientras Andrés soltaba el dinero a regañadientes, Carolina lo observaba sin pestañear y siguió su trayectoria hasta que le vio perderse camino al puerto. Ella sin embargo se fue directamente a casa, pero mucho más feliz de lo que habría imaginado.

A partir de ahora sí esperaba a alguien, esperaba a su vecino, su vecino Andrés, que todavía no sabía por qué pero le dibujaba sonrisas idiotas en sus labios muy muy rojos.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Otro 20 que se nos vuela.


Y me parece mentira que pase tan rápido el tiempo, yo creo que se nos escapa, sí, pero no de las manos sino de las pestañas. Yo creo que el tiempo revolotea entre tus pestañas y las mías y tejen como telas de araña pero bonitas, sí, de color verde infinito. Sé que te da miedo, nos da miedo a los dos, pero sabes que si me das la mano yo ya no tengo y creo que a ti te pasará lo mismo, siempre he necesitado una mano calentita a la que agarrarme para no caerme y las mías están siempre tan frías...

Parece mentira como el vértigo se hace grande cuando las telas de araña se rompen, pero creo que nosotros siempre estamos unidos por un hilito invisible, el vínculo, un hilo de oro que nos cosa las costillas como decía esa novela poética que me vuelve loca. Pero menos que tú, claro, menos que tú.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Viajando por el sistema solar III (la electricidad de Carolina)

La tarde se sentía espesa, se palpaba escurridiza, era angustioso quedarse sentada sola en un sofá y viendo pasar el tiempo y las motas de polvo.
Carolina se surmerge fácilmente en su propio universo, un mundo interior donde hay de todo, pero anoche prefirió bucear por otros distintos que le aportaran algo nuevo para que el mes de agosto no le pesara tanto en las costillas.
Antes de que Carolina se ahogara en su océano particular se puso guapa. Se vistió de ilusiones baratas con algo de purpurina en las pupilas, tacones altos azul eléctrico que hacían juego con su sistema nervioso y los labios muy muy rojos.
Sin pensarselo más se tiró a la calle como huyendo de algo, aunque no sabía muy bien de qué. Caminó largo rato sin rumbo fijo, con los pies en el suelo y la cabeza totalmente absorta, que sus ideas hacían remolinos en su cerebro y las células, círculos concétricos. En mitad de los dos hemisferios, una diana donde sólo llegarían las chispas de la bombilla de marras que a todos se nos enciende alguna vez en la vida y que a la de Carolina todavía le falla la corriente.
Por fin se paró, lo hizo en seco pero no bruscamente. Miraba con los ojos muy abiertos el cartel donde ponía Neptuno, el bar de copas más famoso del pueblo. Decidió entrar pero no porque le llamara la atención, el lugar le parecía muy corriente, sino porque le gustó el nombre. Le recordó a las tardes con su madre leyendo poesías en la salita con los libros de mitología clásica por delante. Su madre era profesora de latín y griego y desde pequeña le había enseñado frases hechas y letras del alfabeto. Así fomentó su amor por la cultura clásica, por los mitos porque todo era idealizado y fantástico y de pequeña eso le hacía sentir bien. En ese momento, Carolina descubrió que le seguía haciendo sentir bien y que echaba más de menos a su madre de lo que creía, incluso puede que añorara un poco su infancia, pero sólo poquito.
Entonces entró en el local, atenta a todos los detalles, enseguida supo que no estaba hecho para ella. Se sentó en la barra , pidió vodka con limón y justo cuando le sirvieron la copa pudo darse cuenta de que al otro lado de la pista, un tipo algo mayor que ella no le quitaba ojo. La miraba de esa manera que tanto odia de la gente, como si te hicieran una radiografía con los ojos y pudiera ver a través de tu ropa, de tu piel, tus órganos y tus huesos con la intención de tocarte el alma maliciosamente para poder decir "te he tocado y te ha dolido". El tipo se le acercó de manera sigilosa, como por fases, para que no se diera cuenta, pero ella si se saba y cada vez sentía más angustia. Tenía cara de serpiente y las cejas muy perfiladas, pero sólo pudo percatarse de ello cuando lo tenía a un metro de su cara.
-Hola guapa ¿estás sola?
-No
-Yo no veo a nadie contigo. ¿Estás esperando a que lleguen los demás?
-Bueno...
-¿Esperas a que aparezca tu chico?
-No tengo de eso.
-¿A tus amigos entonces?
-Tampoco, los tengo muy lejos, a veces se me olvida que todavía están ahí.
-Pues no te entiendo, me dices que no estás sola pero no tienes a nadie.
-¿Qué dices? Que no hombre, que no estoy sola.

El sistema nervioso de Carolina era más eléctrico que antes pero ya no hacía juego con sus tacones azules porque se había vuelto rojo como sus labios. Dejó la copa y salió todo lo corriendo que le permitían sus zapatos dejando a trás todas las chispas y todo el humo de la sofocante sala del Neptuno.

martes, 10 de noviembre de 2009

Idiota o no idiota, pero sonrisa.



Reducir una vida a poco más que eso.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Je deviens automne.


"Con frío y el corazón tiritando de rojo que es, me vuelvo otoño.
Soy hoja suicida del yermo paraje. Mis venas no están secas y mis ojos lo dicen, que mi jersey huele a naranja todavía, a calle húmeda, a charco. Vivo incoherente y caótica dentro de un invierno frío sin órganos para mí. La autodestrucción ya ni me asusta, la exigencia desmedida sigue siendo masacre a ojos vivos pero no duele porque ya no me sale sangre si me clavo los cristales rotos en la planta de los pies. Voy descalza, desgasté las suelas de dar tumbos, de pasear por París, de perderme en la Avenida de las Promesas por Cumplir. Tengo sed de tazas humeantes y batallones de abrazos, ejércitos de manos dispuestas a sujetarme si pierdo el equilibrio cuando me mira la luna. Y sobre todo cuando me grito en silencio y desgarro mi garganta con el ácido de mis ideas temerarias."

Hoy me desperté con una Carolina bulléndome dentro y siento que, a ratos, habla por mí.

sábado, 31 de octubre de 2009

Viajando por el sistema solar II

Carolina gira en torno a sí misma y busca la barra. La tiene a unos cinco metros, justo a su derecha. El Neptuno no es un bar pequeño, pero nada más entrar da la impresión de que sus cuatro paredes te estrujan y que lo seguirán haciendo a medida que permaneces sobrio, para, de alguna manera, obligarte a beber y cuanto más lo haces, más sientes que su estancia angosta se dilata, como las pupilas de todos aquellos que dislocan sus brazos al ritmo de la música tecno-funeraria. Es entonces cuando te liberas del todo y sientes que nada ni nadie puede oprimirte. Por eso, piensa Carolina, ha ido a parar a allí, porque imagina que cuando se termine el vodka todos los ladrillos que lleva acumulando durante años alrededor del pecho se reducirán a arena y la dejarán respirar de una vez.
Entonces esquiva todos los zombies que encuentra a su paso, jóvenes pseudo-yonkis con ojeras, mirada perdida y algo de maría en el cuerpo, para sentarse en la barra a esperar que el camarero no sea de esos que te violan con los ojos. Se sienta y cruza las piernas. Cuando una mujer cruza las piernas en un bar puede ser por varios motivos: porque se siente incómoda, porque intenta aparentar ser alguien más interesante de lo que en realidad es o simplemente porque se le nota la raya de las medias cuando lleva falda. Carolina nunca ha necesitado aparentar, es algo que le sobra y siempre se siente incómoda rodeada de gente, así que cruza las piernas porque se está dando cuenta de que, al otro lado del bar, cerca de una pantalla de plasma gigante, hay un chico que no es el camarero y que la está violando con los ojos.

domingo, 25 de octubre de 2009

Viajando por el sistema solar I

Carolina se lanza a la calle con violencia, con ansia, con la sangre hirviéndole y palpitándole frenéticamente en las sienes. Sus pies son conducidos como autómatas de pasos de cebra, semáforos y señales de prohibido. Prohibido dejarse llevar por los demás humanos (por los demás borregos). Ella va sola, como siempre, se rasca la cabeza mientras piensa que toda esa gente que se la queda mirando no están ni la mitad de perdidos que ella y sin embargo les falta algo que nunca ha perdido. Las ganas. Por eso esta aventura, la de encontrarse con cualquier persona, en cualquier bar, en tomar cualquier copa de cualquier alcohol no fermentado que le destrozará por dentro hasta desintegrarla cualquier día que haga buen tiempo y la noticia de "Tu hija está ingresada en el hospital" te destroce un precioso día de campo.
Carolina acaba en la puerta del Neptuno. Entra. Se desliza por el interior de ese antro oscuro y sin aliento, sin a penas ventilación y con el ambiente cargado de humo y ectoplasma. La música es como el ruido de la calle, sin personalidad. Bueno no, es peor porque al menos el rumor de los transeúnters al pasar te demuestra de alguna manera que estás vivo, se producen corrientes de aire a tu alrededor, la fricción del viento en tus mejillas, y aquella persona que acaba de acompañarte en tu camino durante tres segundos también lo está. Pero la música del Neptuno te hacía pensar cualquier cosa menos que estabas viva y eso a Carolina la inquieta demasiado. De hecho ahora, le hierve más la sangre.

martes, 20 de octubre de 2009

Domingos largos, siempre.


Me ahogo porque no siento tu respiración en mi cuello. Sabes que me hace cosquillas en la yugular y mientras, me arde todo el cuerpo y el tuyo está hecho de alguna sustancia inflamable-analgésica que hace que mis gemidos se agarren fuerte a tus tímpanos y se me escape fuego por los poros.
Escozor en las gargantas y el sin vivir en el aire, el vaivén de tus ojos perdidos en los míos, sin saber qué decirse y diciéndoselo todo.
Me muero. Me estoy muriendo.
Me quemo. Me estás quemando.
Creo que vamos a salir ardiendo.


Y hoy, el cielo escupe envidia para apagarnos y sabes que no es posible y yo te sonrío en cada charco:
"- Espero que no te llueva mucho para las clases.
- Pues mira por la ventana.
- Ya he mirado, y ¿sabes qué?me encantaría que estuvieramos los dos en un ático, solos, encerrados, apretujados entre nuestros cuerpos y unas mantas de rayas de colores."

martes, 13 de octubre de 2009

Quelques choses avec toi.


Despertarme con tus ojos increíblemente vivos agazapados a mí como un bebé koala y con sabor a croissant y zumo de naranja en los labios.
Ducharnos y cambiar la temperatura del agua con nuestros cuerpo.
Vestirte (Que me vistas)
Perdernos por calles llenas de hojas secas con una polaroid.
Comprar deseos bonitos en sacos pequñitos y luego soplarlos desde lo alto de un mirador para dejarlos en libertad.
Regalarte una bufanda verde infinito con besos incluidos.
Pintar de rojo los pasos de peatones al cruzarlos, que desprendamos amor al pasar.
Hacerte cosquillas con olor a naranja.
Enseñarte a bailar(me).
Besarte bajo una lluvia que no moje.
Beber chocolate caliente con/en la luna.
Hacer el amor... en una nube.

domingo, 4 de octubre de 2009

Días tostados.

Carolina cocina arco iris a la francesa, con mantequilla y lluvia, pero ésta no viene de París sino de sus ojitos tristes de almendra. Ha sacado la receta de una de las cajas donde urgó esta mañana, en esas donde su madre guarda ropa y trastos viejos. También encontró allí un tocadiscos, un reloj de cuerda, una polaroid y varios vestidos de finales de los sesenta. Se los probó todos, pero el que más le convencía era uno blanco de tirantas con una margarita dibujada en el centro. Lo lleva puesto y teme que se manche mientras cocina, por eso va un momento al cuarto a cambiarse. Atraviesa el pasillo y mira de refilón por la puerta de la terraza. Ahí está otra vez, canturreando y silbando canciones de los Beatles está su vecino, parece entretenido arreglando no se qué con la caja de herramientas sobre la mesa. No ha visto a Carolina pero ella a él sí, y de pronto, como en los cuentos donde las páginas rebosan magia desde la primera a la última página, su pequeña lluvia cesa. Hay una nube de un celeste precioso encima de sus rizos que la envuelve mientras se desliza por el mármol. Entra en la terraza y a pesar de que hace ruido al tropezarse con una maceta su vecino no se inmuta, para absorto en su mundo. Carolina no entiende cómo no se ha sobresaltado, supone que anda demasiado concentrado en lo suyo. Y como sabe que hay pocas cosas que desestabilizan así a un hombre, se está quitando el vestido asomada al balcón.
La margarita ha caído dentro de la maceta, el arco iris se está quemando en el horno y Carolina sigue teniendo calor aun sin sujetador.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Amaneciendo.

Viste las mañanas de adrenalina y discusiones con el kiosquero, que no tiene en su establecimiento la revista de fotografía preferida de Carolina.

Se levantó temprano, con el sonido de las gaviotas como despertador y salió a la terraza en tirantas para corroborar el frío en sus pestañas, que casi le vibraban por sí solas de tanto temblar. Entró en el cuarto de sus padres y buscó entre unas cajas que había dentro del armario. Sacó pantalones de pinza y camisas de cuadros de su padre de cuando era más jóven y vestidos de su madre.
Por fin encontró lo que buscaba: una rebeca violeta de punto que le llegaba a la mitad del muslo y que junto a sus shorts vaqueros y las zapatillas, le daba un aspecto entre infantil y bohemio. No había traído ropa de abrigo por lo que se veía obligada a vestir con aquello. Su pelo olía a fruta y su carita de sueño le hacía parecer vulnerable ante un saludo reprimido en el rellano del vecino o un malentendido con la panadera.
Bajó las escaleras corriendo como quien quiere deshacerse del tiempo y se deslizó por los dos últimos escalones para recuperar el aliento. Al entrar en contacto con el viento de la mañana toda la piel que llevaba descubierta se le erizó y sus piernas de vértigo parecía hechas de mosaico: era una griega clásica pisando suelo postmodernista. Hacía tiempo que nadie las rozaba, acariciaba o besaba y por eso, desde que leyó que la piel tiene memoria táctil, empezó a pensar que sus piernas tendrían amnesia y en el momento en el que alguien las volviera a rozar, acariciar o besar sería como salir de un coma emocional.

Carolina desayuna ahora sentada en un banco, con un croissant en una mano y un zumo de naranja en la otra. Junto a ella y sin abrir descansa el periódico que le ha endosado el kisquero, después de hacerla sentir pequeña e insignificante por quererse comprar una revista de algo que a su parecer era banal e intrascendente. Así que por orgullo lo compró y como los titulares le daban arcadas porque le hace pensar en la miseria del mundo y su desequilibrio (guerra, muerte y destrucción) le da la vuelta y lo enrolla. Las bocinas del muelle anuncia que un barco se va; son las nueve y media.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Lo dicen las tortugas.


Me and you; and you and me. No matter how they tossed the dice, it had to be.
The only one for me is you and you for me,
So happy together.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Con "c" de caos II

Para ahogar las penas (para ahogarse) Carolina se dirigió al mueble bar del salón que, como bien había intuído, estaba provisto de los manjares destilados más selectos. Hacía tiempo que no bebía acompañada y mucho más que no lo hacía sola, pero sentía que quizás fuera la única manera de disipar aquella angustia que le comenzó a atormentar al entrar en el apartamento. Incluso llegó a pensar que si se pillaba una buena cogorza, al mirarse en el espejo, creería que se trataba de otra persona y dejaría de verse sola. Pero no, era demasiado ridículo para ella y no le apetecía que su vecino, por casualidades de la vida, se asomara a la terraza y la viera en una situación tan embarazosa. Por eso optó por un placebo: metió en un vaso ancho todos los cubitos de hielo que pudo y luego virtió té frío de melocotón. Parecía wisky. Carolina quería creer que era wisky. Entonces se encendió un cigarrillo y pensó que desinhibirse era un vicio caro para el bolsillo y la dignidad.

martes, 8 de septiembre de 2009

Los niños pintan recuerdos de verano.


Acostada en su antigua cama y en el sofacante duermevela que la tiene recluída, se acuerda de cuando tenía cuatro años y su ambición no sobrepasaba echar la tarde en la playa.

"Contaba hasta tres y se zambullía en el agua, contaba "1,2 y 3" y desaparecía en el mar como si formara parte de la espuma. Pasaban las horas y la pequeña Carolina seguía en su mundo fantástico de sirenas, caracolas y pececitos parlantes que la miraban con sus ojos saltones y exhalaban burbujas por la boca para hacerle cosquillas en los tobillos. Cantaba, reía y hablaba con lo que consideraba seres mágicos que la acogían como a una más en su particular ecosistema marino.
Soñaba despierta, siempre, incluso alguna vez llegó a mezclar lo inventado con lo real y le resultaba complicado distinguir. Tenía los rabillos de los ojos color violeta y los labios resecos por la sal; la naricita medio despellejada por el sol y cuando se miró al espejo al llegar a casa se percató de un nuevo lunar que le había salido en la mejilla, justo debajo del ojo izquierdo.
-Mamá, mamá ¿qué me ha salido aquí?
-Un lunar, un lunar muy bonito.
-¿Y por qué?
-No estoy segura, será por el sol.
-No duele- dijo la pequeña tocándolo al mismo tiempo que sonreía del descubrimiento.-Es un regalo de Ómicron.
Y la pequeña Carolina se quitó las sandalias y el bañador para darse una ducha, y en el grifo juraría haber visto sirenas, caracolas, pececitos..."

martes, 1 de septiembre de 2009

Con "c" de caos.

Carolina aterrizó en el apartamento de marras sin equilibrio ninguno y con miles de preguntas bulléndole en su interior. Se sentía un poco extranjera frente a su queridísimo Atlántico, como si ella no fuera de nadie, como si no se pudiera arraigar a nada, ni siquiera al océano que la vio crecer y que fluía dentro de ella. Ajena a todo, incluso a sí misma, se dejó caer en el diván de la terraza y se acurrucó en él mientras observaba a su vecino, un chico que rondaría su edad. Entonces sintió la necesidad de conocerlo, algo irrefutablemente repentino como si un resorte le saltara en el estómago y de la sorpresa sus ojos espantados se clavaran en su cerebro a modo de un inútil e involuntario intento de saber cómo funciona esa mente pensante. Se agarró fuerte al asiento, la cabeza le daba vueltas y no iba fumada; eso la inquietó más aún. No sabía por qué pero le daba la sensación de que era el tipo de persona a la que te apetece dedicarle una canción en la radio o escribirle un poema a sus espaldas y pasárselo por la puerta de forma anónima. Y todo porque te aterroriza que sepa que quieres algo de él (él) porque en el fondo sabes que es inalcanzable. Inalcanzable como el océano aquel martes por la noche: aunque le hiciera cosquillas en la orilla lo sentía lejano y eso a Carolina le dolía porque ellos serían sus dos acompañantes durante sus vacaciones.
Por primera vez en mucho tiempo la soledad le provocó tristeza y lloró en el diván mientras su vecino colgaba la última prenda en el tendedero y cerraba la puerta tras de sí.

miércoles, 26 de agosto de 2009

París.


Créeme si te digo que París es adictiva. Tiene un no sé qué que se te agarra el pecho la primera vez que la pisas y ya no te suelta. Es hipnotizante, es puro negocio y arte; es mestizaje. Viste de gris Eiffel y rojo Molino, azul Saint Michel e inmaculado Sagrado Corazón. Sus múltiples lenguas acarician subterraneamente las huellas del tiempo y a veces te saludan por unas bocas enmarcadas con un Metropolitain, guiños de art nouveau en los cimientos.

Huele a historia, tiempo embotellado, a agua dulce y piratas bien educados; protocolo exquisito y la ópera sonando, mientras dos señoritas toman café de lujo, una junto a la otra, en una terraza enfrente de Chanel. Una pareja baila tango en el Sena mientras un jóven con foulard y sandalias se lía un cigarrillo que se fuma a media con la chica de las gafas de pasta negra. También comparten champán y sus autores favoritos que luego buscarán en alguna librería del Barrio Latino.

Si madrugas, ¿Has visto amanecer desde Montparnasse? Sube a la torre con zumo de naranja y croissants, que desde el piso 59 te sabrá más dulce. Pero no más que una crêppe de chocolate, al lado de Lafayette no eran demasiado caras, y junto a las galerías, un poster de Desayuno con Diamantes (comprueba que dentro hay un Tiffany's) Cuando tengas calor báñate en la Defensa, su fuente está acostumbrada a turistas inocentes que no saben esquivar sus escalones, aunque para escalones los de Montmartre. Debe de haber miles de ellos, son un atentado contra la salud (no creo que haya pintores asmáticos). Aunque si llegas a subir las escaleras, cuando pasas por la Rue Meurt d'Art, respiras bohemia y es entonces cuando tus pulmones se calman pero tu corazón se acelera al leer un cartel que anuncia: Amar es el desorden, ¡así que amemos!

sábado, 8 de agosto de 2009

À bientôt!


Sabes que será imposible olvidarte;
sabes que te querré cada día un poquito más.

martes, 4 de agosto de 2009

Golpe a golpe, verso a verso...

Como no estaba hecha para correr, Carolina no fue detrás de su padre. Sí, prefirió dejarlo ir, que siguiera fluyendo entre la marea humana que lo rodeaba. Otro desconocido más alejándose. Y a pesar de defraudar a su voz/voces interiores, no las ignoró radicalmente: se prometió a sí misma que en breve le haría la visita de marras para reestructurar todo aquello que según sus Carolinas se había desmoronado con el tiempo. Una ola había derribado el castillo que todo padre y toda madre construye al enterarse de que van a tener una hija. Una ola de ira, de rabia, de desesperación. Porque Carolina era sosegada por naturaleza pero tenía un pronto terrible (mar embrabecido, noche tormentosa, torrente febril) o al menos eso le decía su madre cuando la llamaba por teléfono. Ella traía fuego en las venas de nacimiento a pesar de que era agua, y eso nunca lo tuvieron en cuenta sus padres.
Llegó a su casa y nada más entrar por la puerta sonó el teléfono. Era su madre.
-¿Sí?
-Menos mal que lo coges, llevo todo el día intentando hablar contigo.
-Pues adelante, ¿qué quieres?
-¡Joder! qué borde eres cuando quieres, yo no entiendo ese enfado que tienes con el mundo- Carolina empieza a desesperarse, a aguantarse las ganas de colgar.- Pues nada hija, decirte que me voy una semana con tus tíos de viaje y que se queda la casa de la playa sola, que te vayas si quieres porque sé de sobra que no querrás venir con nosotros- (No mamá, no tengo ganas de cambiar pañales y aguantar gritos.)- Así que te dejaré mañana una copia de la llave a las nueve menos cuarto.
-Vale, nos vemos mañana.
-Adiós. Y haz el favor de perdonar al mundo, que no te hemos hecho nada.
-Sí, mamá, sí.

Carolina se exaspera a menudo cuando hablan; tiene el don de sacarla de quicio en milésimas de segundos y a veces ni siquiera son necesarias las palabras. Por eso, por la pesdumbre de aguantar siempre los mismos reproches su "enfado" con el mundo, como ella decía, se fue desvirtuando y haciendo cada vez más grande, hasta el punto de que se le olvidó por qué estaba enfadada. Si es que de verdad lo estaba, porque la única que lo afirmaba era su madre, que se dedicó a cincelar esa idea en su cabeza sutilmente, golpe a golpe, hasta asimilarla como suya. Ésa era una de las desgracias de Carolina, la inseguridad y la falta de equilibro, la duda que la envolvía (se acurrucaba en ella cada noche) No saber si era víctima o culpable. La incertidumbre y el no saber quién era; verse una desconocida.
Por eso Carolina quiere ser.

miércoles, 22 de julio de 2009

Haciendo hueco por dentro.

La primera vez que viajó a París, Carolina se vio obligada a coger el metro y maldijo por dentro la inmensidad de la ciudad: simplemente le aterrorizaba. Era extraño, profundo, subterráneo y lleno de desconocidos que destrozaban su espacio vital. Carolina sentía que le faltaba el aire y deseaba que terminara el trayecto cuanto antes.Siempre evitaba cogerlo, hasta que un día un letrero de Metropolitain la hipnotizó y cuando quiso darse cuenta se deslizaba escaleras abajo hacia otro mundo.
Carolina es
extraña
profunda
subterránea.
Está fragmentada en miles de Carolinas que reclaman su atención, el contacto con la más real de todas, o mejor dicho, la única física, material, palpable. Invaden el territorio que solamente ella quiere ocupar.
Carolina es de todo un poco y nada al mismo tiempo, por eso quiere ser. Because I wanna be, se le viene a la mente la frase de una película, mientras abre la puerta de la gasolinera y aspira diésel y cuero empapado en sudor.
Avanza y se sumerge en la avenida. Sus ojos son boca de metro, por ellos se cuelan todas las miradas, todos los suspiros y anhelos, todos los semáforos en verde y los abrazos de reconciliación en mitad de la calle. Gente. Mucha gente.
Carolina huye del egocentrismo, pero a veces le resulta inevitable pensar que es la pieza que hace girar el eje de un mundo que cojea y tropieza constantemente. Sus venas son trenes que descarrilan o no según su frecuencia cardíaca. Sístole. Diástole. Extrasístole.
De pronto, para en seco. Todo en su cuerpo se inmoviliza. "No bombear, no pestañear" susurra su celebro y ella obedece dócilmente porque tiene miedo de morirse. Está petrificada, está hipnotizada. Carolina observa a un hombre que camina a pocos metros de distancia en dirección opuesta. Alto, fuerte. Grandes entradas y canas mal disimuladas. Gafas de sol y cejas pobladas.
Entonces pasa por su lado, muy cerca, rompiendo esa burbuja transparente que la envuelve, y se aleja a enormes zancadas. A partir de ese momento su padre pasa a ser otro desconocido que invade su espacio vital en el metro. No la ha reconocido, o no la ha querido reconocer, después de casi cinco años.
Carolina no sale de su asombro y su caos interior grita tan fuerte que es imposible entenderlo.
Cierra los ojos, los vuelve a abrir.
Corre.
Grítale.
Dile que eres su hija y él, tu padre.
Mientras tanto Carolina sigue siendo boca de metro, todas las Carolinas que viven dentro de ella le arañan el alma, la desgarran con sus chillidos de desesperación. Quieren ser una sola y ven como la oportunidad se le escapa de sus múltiples manos. Podría arreglar las cosas con su padre, podría reconstruir una vida, algunos sueños. *Soy un árbol: el eje del mundo. Estructura suficiente y completa.*
De nuevo, semáforo en verde. Su padre pone un pie en el paso de peatones. ¿Abrazo de reconciliación?


* El fragmento en cursiva pertenece a De todo lo visible y lo invisible, Lucía Etxebarría

sábado, 18 de julio de 2009

Sin inhalador.

A Carolina no le gusta correr, detesta las prisas, que su corazón se acelere por causas físicas. Sus pulmones tienden a jugarle malas pasadas y acaba axfisiándose. Pero lo que verdaderamente le produce asma es la incertidumbre de no saber si sobrevivirá a los días inestables (o a su mente inestable) su tormenta interna, su soledad intríseca e interminente.
Es asmática al desconsuelo y a la angustia.
Carolina cae de rodillas en la tierra, en un descampado de las afueras de la ciudad. Cierra los ojos y ve al niño de la guardería, aún llora porque se fue sin despedirse. Entonces ella también se pone a llorar como otra niña pequeña que es, la que guarda en lo más profundo.
Siente como se agita un mar de ilusiones
y se chocan unas con otras
y se estrellan
y se hacen añicos.
Carolina es agua turbulenta, torrente febril. Es arroyo inquieto en la arena.
Sus botas se manchan de alvero, al igual que sus pantalones, y sus manos se vuelven de color desierto.
Abre los ojos. Ve piedras, neumáticos quemados, una acústica sin cuerdas y con el mástil roto por la mitad, el cadáver de un árbol, más piedras...
Carolina anduvo dos kilómetros en línea recta desde aquella posición hasta llegar a una gasolinera. En el servicio vomitó la tempestad que llevaba dentro junto con las bilis; seguía en ayunas y hablar de su pasado le provocaba naúseas.

sábado, 11 de julio de 2009

Arte y otros vicios.


Carolina bebe zumo de naranja mientras se pinta las uñas de los dedos de los pies. Las pinta de rojo, su color favorito, que le dicen que le hace juego con la boca. Mis labios son de Marte y el coño, de Venus, pensó una vez justo al terminar un orgasmo.
Carolina es antonímica, sinestésica, paradójica. Contradictoria también pero no siempre, sólo cuando madruga impulsada violentamente por la alarma del despertador o cuando sale empapada de la ducha y surca media casa en pleno enero, buscando una toalla que debería haber estado en la percha del baño. La mayoría de la gente lo llama levantarse con el pie izquierdo, pero como Carolina es zurda, ella piensa que en su caso sería con el derecho.
Se ha terminado el zumo pero sigue con sed, con sed de vivir. Desea desear. Anhela anhelar. Sueña soñar.
Ella quiere ser.
También tiene ansia, mucha, y aún no sabe distinguir de qué porque es algo tan físico y terrenal (casi se le podría considerar banal) que se le escapa de su psyché. Pero no se le escapa que hace mucho que no practica sexo con nadie y empieza a reconocer que lo echa en falta. Carolina ha sido amada por algunos hombres y seducida por algunas mujeres, pero ella sabe que no es bisexual, sólo sabe apreciar la belleza. A veces le gusta pensar que es hermafrodita como Ómicron y que no necesita a nadie para sentir una espiral de vida atravesándole el cuerpo al ritmo de vertiginosas contracciones; a veces le gustaría ser la Dánae de Klimt. Lo cierto es que empieza a tener hambre y no tiene más remedio que cazar para sobrevivir, el amor le parece a día de hoy una promoción de grandes almacenes en rebajas. No lo puede tomar en serio.
Hace cuatro días que se vino a vivir temporalmente a la casa familiar de la playa, aprovechó que estaba deshabitada para instalarse, no sirve para convivir día tras día, noche tras noche y mucho menos con su familia. Piensa que tiene la oportunidad de moverse por calles casi desconocidas y locales donde aún no conocen sus rizos.
Entonces abre la puerta y entra en la terraza a fumar un cigarrillo. Y lo ve. Lo ve. A él. Su vecino, el que vive en otro ático paralelo al suyo, sus terrazas se encuentran muy juntas. Sólo las separa un toldo que ninguno de los dos pretende bajar. Carolina no sabe nada de él pero le gusta fantasear con que es sensible y atento, responsable pero un poco desastre para los horarios e inmaduro para su edad. Debe ser el típico que compra comida precocinada porque todo se le quema y su horno sólo ha conocido pizzas y lasañas de congelador. Pero le gusta el mimo que pone al tender la ropa mientas escucha a los Beatles y los tararea desafinando y canturrea inventándose la letra. El suavizante que usa huele a melocotón y se lo imagina durmiendo envuelto en sábanas blancas, imprenado en una fragancia dulce, dulce como él.
No, definitivamente no hace falta salir de cacería, Carolina es cebo vivo para su presa. Además a ella nunca se le ha dado bien cazar, prefiere pedir la comida a domicio.

jueves, 9 de julio de 2009

Son las tres y no puedo dormir.


Navío sin rumbo. Carne de naufragio inminente. Soy el Titanic del siglo XXI.
Mis pies se hunden cada día más enredándose con mis raíces (las dormidas y las despiertas). Tienen un imán que arrastra también a mis manos, ya casi no me quedan uñas de aferrarme a los maderos que otros rechazan. Ahora el Atlántico me engulle y despierto de mi letargo de ignorancia, me gritan sorda, ciega, inconsciente...

¿Por qué eres espejismo? Maldita sea, si intento atraparte te desvaneces, eres arena que se escurre entre mis dedos.
Y lloro.
Y se hace barro.
Y me hundo.

No me dejas ser desierto contigo.

Quiero (necesito) un chaleco salvavidas, un bote de emergencias,
una tabla lo suficientemente grande como para soportar el peso de la impotencia y de las ansias de tenerte.
Necesito (quiero) liberarme de mi condena: la evidencia, que se puede palpar con los cincos sentidos aún cuando me levanto sorda, ciega, cuado simplemente no me levanto y prefiero seguir inconsciente...Necesito la certeza de que mi vida es más corta que la tuya porque esta noche estaba desnuda y me vestí de decadencia y desierto.
Y lloro.
Y se hace barro.
Y me hundo.

¿A quién se lo puedo pedir? ¿A una divinidad?

¿A quién le puedo pedir ser oasis contigo?

viernes, 3 de julio de 2009

Llama medio apagada (luz desarraigada)

[Cierro los ojos y una voz comienza a tejer en la memoria pedazos de mí esparcidos en el subsconciente. Mis recuerdos cosidos, hilvanados, remendados. Una vida a parches te puedo contar si te atreves a aguantar la respiración conmigo. ]

"-Solyluna, que eres una solyluna."
Así me llamaba mi padre cuando todavía me demostraba algo de cariño, justo al volver del trabajo. Yo tendría cuatro o cinco años y lo esperaba en la puerta a la hora de comer con las manos pegajosas de ilusión infantil: una Barbie en una; un peinecillo rosa en la otra. Nada más entrar me decía aquello y se sentaba en el sofá a esperar a desintegrarse poco a poco, a deshumanizarse, a hacerse cachitos de materia inservible (nuestra asquerosa materia).
Yo esperaba a lo largo de la jornada más palabras como esas. Revoloteaba por el salón fingiendo que hacía algo interesante para captar su atención pero sólo recibía quejas de que no le dejaba ver la tele en paz. Así fue como me cansé de querer ser hija suya, y él, mi padre, y automáticamente pasó a ser mi progenitor y yo su única descendencia.
Trece años más tarde me fui de casa para no volver.Mi progenitor se había convertido en un monigote acolchado sin expresión en el rostro. Ya no sabía si era o no persona.Y mi madre, superviviente de catástrofes antinaturales e indiferencia crónica, decidió salvarse del todo, salir de su isla particular. Me animó a que me fuera, sin ánimos de echarme, para hacer con mi vida algo mejor de lo que había hecho ella, mientras se embarcaba en un bote salvavidas.
Crucé el umbral de la puerta, y como hago siempre que me duele una despedida, no eché la vista atrás. Sin embargo agarré con fuerza, como ahora tu mano, el amuleto que le regalé a mi padre cuando tenía más o menos tu edad. No era más que un mazacote irregular de arcilla y témperas, colores templados de llama medio apagada, suave al tacto. Formaba un sol y una luna. Juntos. Pegados.
Yo soy una dualidad y tú eres otra.
El niño mira su camiseta y comprueba el dibujo en relieve del pecho. Un sol y una luna unidos, con un halo de misterio frunciéndoles la sonrisa. Fue entonces cuando sus ojos se volvieron aún más vivos y se perdieron en los de Carolina durante un interminable minuto.-Solyluna.- Carolina parece que le reprocha al aire que le respira- es lo más sensato que me pudo decir.Casi sin darse cuenta soltó la mano del pequeño y, antes de que éste pudiera reaccionar, le dijo adiós.

Como hace siempre que le duele una despedida no echó la vista atrás. Agarró con fuerza el amuleto y salió corriendo.

jueves, 25 de junio de 2009

Alguien más pequeño aún.

Carolina saltó de la cama. Ya había amanecido hacía rato y se cansaba de enrollarse en las rayas de sus sábanas (el malva y el naranja fosforito se le agarraban a la piel como garrapatas). Se duchó y salió a la calle sin desayunar, con la melena aún empapada en agua y dudas. Mientras sus rizos goteaban los sinsabores de su cotidianeidad, la rutina perpetua que le quebraba el alma a cada minuto, su camisa blanca se mojaba, poquito a poco, hasta volverse translúcida; hasta hacerse transparente. Se le veía el sujetador.
Como era normal (casi formaba parte de su rutina) tenía que soportar a su paso miradas indiscretas y radiografías oculares por parte de transeúntes de toda clase y condición. Carolina caminaba con paso decidido: su pelo eran curvas que bailaban en el vertiginoso ritmo urbano (tráfico y humo); las gafas de sol ocultaban su mirada distraída y sus desiertos; su camisa insinuante por las gotitas que se resbalaban cada vez más pequeñas. Agua, agua, agua. Siempre iba sumergida en su mundo paralelo.
Entonces Carolina, que huía del rumbo fijo y lo pedantemente predecible, se acercó a la puerta de una guardería donde algunos niños rezagados y adheridos a sus madres se despedían de la libertad que les brindaba el no medir más de metro diez para pasar la jornada entre cojines horteras y plastilina, cantando gilipolleces que, por suerte o por desgracia, acabarían recordando el resto de sus vidas. (¡Gafas de sol fuera!) Ella se fijó en el pequeño de ojos increíblemente vivos que se abrazaba a la pierna de su madre como un koala a un tronco de árbol. Él también se fijó en ella, se soltó de su progenitora y corrió a sentarse en el escalón de la puerta sin dar explicaciones. Mudo y desafiante. Quieto.
Carolina no pudo evitar acercarse al pequeño cuyos ojos la tenía hipnotizada. La última vez que había vivido algo semejante su loco corazón bailaba frenéticamente al son de una melodía que se tatuaba a fuego lento en su pecho, soltando chispazos, cargas eléctricas en forma de caricias que denominó "montaña rusa" : una agresiva, otra dulce y así sucesivamente.
Cuando lo tuvo delante abrió la boca pero no fue capaz de decir nada. El niño se le adelantó:
-¿Tú quién eres? Miras mucho.
-Yo... soy... Yo hago magia.
-¿Magia? - El pequeño decepcionado preguntaba con incredulidad.
-Sí, magia. Puedo demostrártelo, puedo hacer magia para ti...
- No tienes varita.
-...con palabras - Su voz sonó aterciopelada y vibrante.- ¿Quieres que te cuente un cuento?
-Vale.

lunes, 22 de junio de 2009

Recortando estrellas II

Carolina empalmó tres noches de arañazos en la garganta y regusto dulce en los labios, se los relamía sedienta una y otra y otra vez (tus besos).
De la primera hizo una humilde obra de arte: sus manitas hacían de lo imposible un torbellino virtuoso materializándose en órbitas de imaginación.
En la segunda se sumergió en anis (estrellado) tras haberle hecho una fugaz visita a Ómicron en el Atlántico. Las dunas de sus pupilas bailaban al ritmo que marcaban las olas y los de ella parpadeaban al compás de su corazón frenético. Recordó los meses anteriores en los que la mano de Ómicron era la única que le rozaba al intentar sacarla de los abismos cuando se ahogaba; soñar despierta era la única vía posible para sobrevivir.
La última noche fue diferente. Se había bebido los recuerdos en cerveza; amargos y llenos de nostalgia. Se mareaba en el vaivén de las risas de sus amigos. Bebió también recuerdos de naranja, limón, canela, ron y virutas de lo que parecían lagunas de memoria. Era una incertidumbre dulce que le hacía cosquillas en la garganta (nada que ver con las tuyas) Y también bebió vodka como en los últimos tiempos; tardes de primavera, despreocupación e ignorancia. Su pequeño cuerpo nevaba sudor frío, le recorría toda la espalda.
(El tiempo no pasa rápido, compite carreras de fondo contra ella misma. A la pequeña Carolina le temblaban los pies y se desplomó delicadamente, precipitándose a unos de sus abismos: vaso de agua. El caos de Carolina se enreda entre sus dedos y le mordisquea como crías de serpiente con los colmillos a medio creceer.)
De pronto se cansó de intentar cambiar el mundo, sus esfuerzos no parecían servir de nada. Entró en casa y se desparramó entre las sábanas con intenciones de saborear el paraíso.
Su cuarto era una atmósfera cargada de pasión: las paredes de color melocotón parecían abrazarte con los cinco sentidos y todo el textil y las velas hacían de ese espacio un mini-universo genuinamente carolinesco. Le monde rougeâtre, así lo bautizó ella la primera vez que se abadonó al placer de respirar originalidad.
Sus pestañas se abrazaron y la noche la cubrió con el manto de estrellas que ella misma había tejido en forma de collage. Temía que pasara frío, a pesar de todo, seguía siendo muy pequeña.

jueves, 18 de junio de 2009

Recortando estrellas I


Carolina dejó de sentirse pequeña por una noche. Se levantó de la cama en busca de un lugar mejor para acurrucarse: el diván de la terraza parecía perfecto. Allí jugaba a las cartas en verano, leía en otoño, lloraba en inverno y comía cerezas en primavera.
Antes de abrir la puerta tomó conciencia de su discreta desnudez (o su sutil vestimenta) y se puso su pantalón de pijama con estrellas color luna que tanto le gustaba a Ómicron, así se sentiría un poco sirena. Sirena nocturna de ciudad. De una ciudad que besa el océano a duras penas (como yo a ti cuando cierro los ojos y me cuelgo los recuerdos en las pestañas)
Ella observaba sus luces, sus edifios germinados caprichosamente al azar. Semáforos: rojo, ambar, verde. El verde siempre le pareció el mejor, era ligeramente infinito. Pero infinito del todo sólo existían dos cosas para la pequeña Carolina: el universo y el amor.
Aquella noche tenía el amor anudado al cuello, sin ejercer presión ninguna, simplemente un dulce dolor, suave y casi placentero en la garganta metido.
No, aquella noche sus ojos giraban en torno al universo y no pudo evitar acordarse de una de sus películas favoritas: "Me imaginaba explorando los secretos del espacio por el bien de la humanidad y observando nuestro diminuto planeta desde el cosmos" Se sorpredión a sí misma diciendo -La Tierra es una horterada.- mientras recortaba las estrellas de su pantalón y las pegaba a modo de collage en la inmensidad de la galaxia.


domingo, 14 de junio de 2009

Otro tipo de lista.


Tatuada a fuego.

jueves, 11 de junio de 2009

El verano me lame los dedos de los pies.


Me sobresalté al despertarme y ver su caracola encima de la mesilla de noche, no supe bien lo que significaba aquello hasta que me precipité a las rocas de nuestras dunas de siempre.



A las 22:48 Ómicrón me visitó sin previo aviso. Se sentó a mi lado mientras terminaba su cigarrillo y apartaba la cara para no echarme el humo. Yo le recordé que solía esnifarme su aliento casi sin que se diera cuenta, pero él no contesto, hizo como que no había escuchado y sacudió las cenizas en el alféizar de la ventana. Luego se le escurrió nostalgia e incertidumbre por los poros de la piel, se le salía por las manos y por la cara principalmente. Chorreaba tristeza y la arena que siempre se quedaba entre los dedos de los pies era barro: sus ojitos se habían convertido en cataratas diminutas y yo no podía evitar derrumbarme un poco más cada vez que su caudal aumentaba. Los abismos de siempre me estaban empezando a rodear como una manada de lobos hambrienta en mitad de un bosque.

miércoles, 3 de junio de 2009

Le lendemain.

Quiero que nos llenemos de inspiración los pulmones y soltemos el aire en forma de caricias, de esas que llegan al alma sin avisar, que son más dulces.

Y al día siguiente se lo susurró al oído. Lo que no tuvo en cuenta es que eran asmáticos al tiempo en su contra, a las barreras, a la distancia, a las despedidas...

domingo, 24 de mayo de 2009

Cuando del papel salió Carolina.


Carolina, que se había escapado de un poema de Darío, era arte puro.Ella era actriz camuflada, con guiones de infinitas alegorías, vestida con disfraces de otro mundo a kilómetros de aquí. De solo mirarla daban ganas de saltar al vacío para morir y resucitar en sus aliteraciones que se precipitaban por su boca cuando, en su cama, disfrutaba de las vistas de un París nevado en primavera. Carolina también escribía poesía. Con sus ojos dibujaba pareados en los de él y la luz que se veía reflejada en ellos chisporroteaba entre sus pestañas altivas como ascuas de fuego. Después, con las cenizas que quedaban, dibujaba a carboncillo sonetos y estrofas de medida irregular al compás de sus latidos. Siempre esperaba a verlo para escribir, así el ritmo se volvía frenético en cuestión de segundos y las rimas se mezclaban unas con otras y las comas y los paréntesis y los signos de exclamación. Todos hacían una orgía en su hoja de papel pero ella no quería compartirla, no. Siempre decía que se desnudaría primero delante de él y después, del mundo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Y de repente, todo.

Todo.
Todo.
Todo.




Infinito.
Porque una vez dije que el infinito huele a mojado y hojas verdes.
Eres ese color :)


sábado, 9 de mayo de 2009

Me sabe la boca a bombón de café.

"Amélie tiene de repente la extraña sensación de estar en total armonía consigo misma. En ese instante todo es perfecto: la suavidad de la luz, el ligero perfume del aire, el pausado rumor de la ciudad... Inspira profundamente y la vida ahora le parece tan sencilla y transparente que un arrebato de amor, parecido a un deseo de ayudar a toda la humanidad, la invade de golpe"


Quiero ser y estoy siendo. No me lo puedo creer.
Con la clave en el bolsillo y los ojos llenos de luz me he deslizado por un destino que creía imposible. Me sumerjo en lo más profundo de mí misma y rescato palabras difuminadas en pensamientos color pastel, cada día son más dulces. Me encuentro y me pierdo. ¡Sigo siendo una paradoja con patas! eso el tiempo no lo ha cambiado, pero sí lo del café, que antes no me gustaba (demasiado amargo para ser real, que me cuesta enfrentarme a todo porque soy una cobarde...) Me recuerda a cuando alguien te mueve las cosas de sitio, siguen estando ahí, pero no es su mismo ahí...

http://www.youtube.com/watch?v=ltaPh078Bwk&NR=1

domingo, 3 de mayo de 2009

Les bras de mer.

Ómicron es como la "o" de mi nombre: va justo después del principio, casi forma parte de él. Es un ente hermafrodita, quizás por eso sólo somos amigos aunque haya estado tentada de enamorarme de él y es también diferente porque existe solo a ratos, puede desaparecer siempre que quiera, no como yo, que tengo que dar explicaciones a la pared.
Ahora sigo aquí, en el Atlántico, a veces pienso que formo parte de su arena y me deslizo con el viento...
Yo quiero morir aquí, pero no voy a vivir siempre con los pies adheridos a la orilla, me tengo que mover venga o no Ómicron conmigo. Él me dice que cierre los ojos, que toca dormir y descansar y que me ponga sólo el pantalón de pijama plateado de estrella color luna, que así parezco una sirena (su sirena) de ciudad, de esta ciudad que a duras penas besa el océano y por la noche la tierra y él parecen un solo elemento. Y eso le digo yo, que quiero ser un solo elemento (quiero ser)
Cierro los ojos, abro la ventana. Que entre el viento y me acune en la cama, en la arena, me deslizo...


http://www.goear.com/listen/52de3fa/Les-Bras-de-Mer-Yann-Tiersen

domingo, 19 de abril de 2009

Amor de conejos. (demasiado naïf para el mundo)


Pintemos las paredes rosa de nuestra catedral en un paraíso de esos sólo realizables en la imaginación. Habitación desalojada, seamos nuestra religión.
Seamos los ocupas del cielo.
Sentémosnos en las nubes acariciando la ternura que también se mastica si abres los poros de la piel, son como granos de azúcar en el té.
Todo es más dulce si nos cogemos de las manos.
Háblame de todo, que no me canse de tu voz ni soñando (despierta) que si lo hiciera contigo delante des palmas en el aire y me despiertes de mi gilipollez transitoria (¿transitoria?) la que me entra cuando me pongo contenta y aún no ha empezado la tormenta en mi cerebro.
Méceme. Cántame una nana (tu vida es más que suficiente)
Acariciame el pelo hasta que mis pestañas se abracen.
Escucha como late ese órgano que bombea sangre sin parar (casi puedo leer tu sonrisa en el papel) ¿Lo notas? cada segundo que pasa tu mano encima se llena de vida. Quizás después de esto deje de ser un zombie, sólo si me besas, claro, tampoco se trata de un milagro.
Es mi realidad, de rebote la tuya, y ahora flipas y me miras con cara de "no entiendo nada, ¿quién me ha narcotizado?" Entonces dudas de echarme la culpa pero tus intenciones duran una milésima de segundos porque en ese precioso instante te miras y descubres que tu mano se ha petrificado junto a la mía,que tus ojos se han clavado en los míos,que tus labios son imanes y mi boca la Tierra y...¡urgencia!

Tras destapar este velo de tu consciencia te despiertas, secándote el sudor de la frente, la respiración desenfrenada.
El mundo rosa se ha desvanecido a la vez que tu imaginación se ha hecho grande. Lo único que te hace sospechar que haya algo de cierto es el espumoso algodón de azúcar de la mesilla de noche, sin probar ni tocar si quiera, junto a un sobre que contiene una tarjeta:

"Nos queda aún por pintar el techo"

lunes, 13 de abril de 2009

Canto de una sirena de ciudad.


Vámonos a un bar, vamonos a un parque, vámonos a cualquier parte; vámonos a reirnos del mundo, de nosotros mismos, del tío que da el tiempo en el telediario, que nos había dicho que estaría nublado y que se acercaba una borrasca y aquí estamos, comíendonos el sol a dos manos, bebiéndonos a sorbos cada vez al mirarnos ¿y qué mas dará todo? las formalidades son un coñazo. Llévame a un rincón infinito, de esos de los que bromeamos a veces y sonríes y entonces parece que el mundo se ha filtrado en tus labios y está reflejando lo más bonito y creo morirme, pero no, tú me recuerdas que estoy viva y que por nada del mundo querría dejar de existir.

Sólo espero que si todo se detiene en un pestañeo suave me prometas que nos encontraremos en nuestra próxima vida, que me pido reencarnarme en sirena y que me encuentres un día, pegada a tu barco de vela y el Atlántico sur nos guiñe con olas de espuma brillante y alargues tu mano fuera de la proa y me agarres...


Y no me sueltes nunca.

viernes, 10 de abril de 2009

Azul + blanco = pequeño mundo


Ahora soy impermeable para la lluvia camuflada, pero no insensible, al contrario: me voy encontrando y cada día más y ¿sabes? mis manos cada día son menos frías y más seguras gracias a pequeños astros que encontré espolvoreados como purpurina en un collage de niños de primaria. Es dulce, limpio, puro el pequeño ecosistema que han crado para mí (y que sin darme cuenta he sido la que más ha colaborado) Da igual que me caiga infinitas veces; el suelo está acolchado pero esta vez no, no son palabras (ni llenas ni vacías) esta vez es algodón de azúcar de color celeste.


viernes, 3 de abril de 2009

Pez muerto.

Empieza una mañana nueva de pesadillas ocultas entre las nubes, que se me pierden y no las encuentro. ¡No! yo no quiero recordarlas, son vencejos chillones en el alféizar de la ventana, ésa que hace esquina, que le da la bienvenida al sol antes que nadie.
El espejo me repudia como de costumbre. Las puertas de par en par y las persianas crujen constantemente. No tiene por qué haber niebla le susurro mientras me miro, mientras miro a esa yo del subconsciente cutáneo color fosforito. El atrapasueños se ríe, es su tapadera.
Camino lentamente, me deslizo casi por el suelo y me dan calambres en las piernas. Voy pensando en ciudades de nombres entrelazados en fonemas. Un pájaro muerto en la escalera ¡ya no están ocultas mis pesadillas! Es el cadáver de un sueño roto y jóven que me recuerda mucho, me recuerda de todo incluso lo nuevo, me recuerda a esta mañana.

Mundos capicúa. Le miro las orejas a la chica del pelo laro y me sonrío, ella sabe escalar montañas en la nieve sin la necesidad de estar huyendo. Ahora voy corriendo y me sorprendo a mí misma, mis alveolos se retuercen en danzas frenéticas y la angustia me tapona la garganta. Yo no nací para la tierra y tampoco sé si para el aire (me voy encontrando) así que descarto posibilidades pero me sigue dando miedo perderme (confusión) Así que dibujo signos de interrogación cerrados en las paredes de una de las mansiones (también me dan miedo) que me mira incrédula por lo irracional del asunto y el olor a candela penetra en nuetras fibras.
Encontré un abismo nuevo ¡me abro! son delfines celestes ajenos al futuro, mi futuro, porque yo quiero ser, quiero ser, quiero ser, quiero ser, quiero ser... ¡Pero no sé si puedo!
Dame libertad. Puertas de par en par de nuevo acompañadas de voces enfrentadas (venganza) y el caos nos atormenta, pero el mío particular el dulce y blanco puro, no tiene manchas porque es el caos más limpio de la historia, sin embargo no lo sabe nadie y quiero gritarlo y superar todas esas voces que anulan a esta sin sentido, que me vuelvo loca y ...quiero ser.
El agua es vida; el aire, sólo oxígeno para mis pulmones podridos.
De momento no quiero saber mucho más del fuego, que me quemo joder, me quemo y no aguanto, pero esas manos... Paradoja viviente ¿qué soy? ¿tú lo sabías verdad? por eso huiste, porque te dio miedo. Dime qué soy, no será tan difícil.

Un día de estos vomitaré mis propias entrañas como nunca se haya visto, algunos se darán cuenta y entonces comprenderán que verdaderamente había razones para tener miedo.
Yo en el fondo lo sé todo al respecto, acuérdate que las palabras vacías eran un colchón de plumas para amortiguar la caída desde aquellos rascacielos que germinaban en mi cerebro cada vez que lloraba.
No quise ver. Quise ser. Quise volar.
Pero volé a ciegas sin venir a cuento.

martes, 31 de marzo de 2009

Día 31.



Cierro paréntesis.











-Definitvamente puedo decir adiós- dijo poniéndose la chaqueta a la vez que giraba el pomo de la puerta.

sábado, 21 de marzo de 2009

Día 21.

Me volví modernista a destiempo, soy verbo irregular, el arte por el arte me cegaba. Pero no me arrepiento porque al final abrí los ojos, con las pestañas altivas desafiando al sol y a todo lo que se ponga por delante, que ya es hora de hacer frente a los mordiscos que se da mi estómago a sí mismo una noche sí y la otra, también porque se desboca pensando que vive en una constante tormenta (de ideas, de sentimientos, de locuras, de vicios...) y no soporta tanta presión. A veces aún me ahogo de pensamiento, se me queda el alma apretujada en un suspiro y dormita las horas muertas frente al despertador que me regalaste (es lo que tiene ser asmática crónica instrínseca interminente) pero luego llegan los momentos de excitación y coqueteo con la Efímera Euforia, que me dice que antes o después acabaré en su cama. Y no le replico, al contrario, le dedico uno de mis mejores guiños y le digo "hasta mañana". Que la veré al día siguiente y al otro y al otro, y mientras el reloj se quedará sin pilas si es que no lo moja antes la lluvia de abril, la que me devuelve las horas perdidas. Y me cederá la vida y no le daré las gracias (o sí) y me embarcaré en un nuevo destino, que todavía tengo que pintarme un futuro nuevo en mi libreta de papel perfumado de jazmín. (porque me he dado cuenta de que las flores existen, intermitentemente, pero existen)

viernes, 13 de marzo de 2009

Día 13.


Me bombardearon los recuerdos nada más salir de la sala de operaciones.Se me hizo un nudo en la garganta y casi me ahogo.

Por suerte o por desgracia sobreviví.

Sentí mis entrañas revolverse entre arañazos y cicatrices y ¡joder! cómo dolía, que pensé que vomitaría el cadáver de ese órgano que bombea sangre sin parar porque ya no habría sitio para él en mi cuerpo. Acto seguido se me subió el desdén por el esófago hasta acomodarse en el paladar, dándome un sabor amargo que me recordó a las noches en vela de aquella primavera de la que tanto me costó salir con vida (que lo hice a duras penas y quizá porque encontré a mi pseudo-modelo a seguir que llevaba el mismo nombre que mi pena carcelaria)

Por suerte o por desgracia sobreviví.

Morir. Resucitar. Morir. Resucitar. Morir. Resucitar. Morir. Morir. Morir... Resucitar.


Cuando te has visto tan cerca del final y no ves a dónde agarrarte, lo haces, sin duda haces lo que sea por volver a resucitar.

(aunque sepas que no será para siempre)

(aunque sepas que la próxima muerte será más lenta y dolorosa)

(aunque sepas que jugarás con ojos de los que sí te fías, de los que te aprovechas cuando están cerrados o fingen estarlo)

(aunque le vendas tu alma al peor postor)

(aunque te cueste reconocerlo)

(aunque no aprendas nunca, siempre acabarás arrepintiéndote) Porque los parches se deterioran, se despegan de la piel, caen al suelo y al único que le duele la herida es a ti y no al parche.

martes, 10 de marzo de 2009

Día 10.

Mi maestro decía que no utilizara la palabra corazón ni en poemas ni en textos porque era demsiado predecible, demasiado típico y que me creía capaz de algo más original. Por eso empezaré contando que ese órgano que bombea sangre una y otra vez sin parar (¿de verdad? ¿sin parar?) hizo crack! el jueves negro de 2009 (de un mes que se volvió maldito hace dos años) Y bueno, se podría decir que sigue bombeándola porque no he muerto, que paradójicamente me siento más viva que nunca, pero que ya no lo hace por ninguna meta especial, es la inercia la que lo manjea a su antojo hasta que encuentre un aliciente para seguir moviéndose al compás de mis parpadeos.
Ya he dejado a trás mi adicción a los puntos suspensivos, ahora me coloco con paréntesis, los inhalo, los fumo, los esnifo, al ritmo de esta melodía surrealista susurrada en aliteraciones (ese, ese, ese...) que me acompaña día y noche y que ya forma más parte de mí que mi apéndice. Lo hacía un día y otro y otro, me acercaba a perder el conocimiento pero nunca llegaba, nunca llegaba al coma siempre sobrevivía a mis propias majaderías, a mis ideas retorcidas que me llenan el cerebro de clavos oxidados, ¡de mierda! y que al lado me encuentro a mi imaginación dibujando paisajes de sueños rotos y me paro a pensar que quizá yo no hubiera hecho lo correcto, o mejor dicho, lo normal en esas circunstancias.Y entonces me di cuenta de que no había actuado como una persona enamorada, sino como lo que realmente era.

No es que no lo quisiera, es que había algo por encima de todo aquello que lo/nos superaba y no sé lo que es.

domingo, 1 de marzo de 2009

Día 1.

Ahora todo quema, me temo, todo duele un poquito. Un anuncio, la radio, un cartel, parte de una conversación de dos extraños que han compartido un tramo de tu camino y que se alejan cruzando por el paso de cebras, cualquier acorde que pueda considerarse bonito, el viento... Todo produce un efecto inesperado, nada puede pasar desapercibido cuando caminas con la esperanza acorralada en un rinconcito de lo que debió ser un corazón y que ahora mismo denomino como indefinido. En la mente resulta inevitable organizar el horario del mes en que he caído de boca y con los ojos vendados, que llevo tiras blancas de tela colgando a los dos lados de la cabeza que me hacen parecer una completa idiota y que temo que los demás se burlen de ellas. Ahora miro a trás, leo todas mis palabras, vacías y llenas. Allí también encuentro rastro de mil y una ilusiones que saben que han perdido su sitio en mi vida y se sienten echadas a la calle, teniendo un contrato de alquiler firmado, que las debería haber avisado con un mes de antelación. No, no es que sea una hija de puta, es que me ví con el agua al cuello (pero quemándome que me achicharraba viva, que se me quedaron llagas en los dedos) y las puse de patitas en la luna. La calle me parecía demasiado vulgar para ellas, se merecen algo mejor y más alto, que sigan subiendo y subiendo hasta alcanzar su sitio, que yo me quedo aquí abajo limpiando la sangre de los labios, que como ya he dicho, me he caío de boca y me lo he partío.

miércoles, 25 de febrero de 2009

A las cuatro del medio día del día siguiente.

Mariposa. Estómago en ebullición y tinte de niebla objetiva. A penas tengo media hora definitiva y sin saber qué zapatos me pondré para desfilar por la cuerda, a ver si no pierdo el equilibrio, a ver si el naranja se me pega en los pies, a ver... La gente suele sobrevivir al veneno, a excepción de algunos alérgicos a la vida y si eludimos el público y el factor prisa, tampoco es tan desagradable pensar que vives actuando en una obra sin guión premeditado (o eso quiero pensar) Nunca me había planteado ser actriz y resultó que el escenario me absorvió sin avisar, así por las buenas.
Es más de medio día y suena su canción. Al son baila una mariposa a la que he llamado Incertidumbre.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Me duele la cabeza.


Pero no, no quiero volverme una de esas personas sometidas al fracaso, arraigadas a la desesperanzas, desarraigadas a todo lo que no es eterno, y asociadas al club de Los Efímeros Victoriosos. Antes prefiero romper la cadena que ata el reloj a las horas y vivir a destiempo mientas ignoro la realidad y me sumerjo en la avenida de los frenéticos coches de vapor de agua. Es entonces cuando me doy cuenta de que debo priorizar, sobrevivir antes que volar, porque ya no aguanto más este dolor de cabeza y me está apeteciendo romper este silencio.
Mi globo aerostático se desinfla y empiezo a caer en picado hacia el abismo que se expande entre las murallas de mi imaginación surrealista y la lógica de los libros de matemáticas.
Tú temías caer. Yo temía que cayeras. Nosotras temíamos que acabaras tirándome. Ahora te he cogido la vez, estamos en la misma altura o mejor dicho, en el mismo hoyo pero sabemos que saldremos de él porque, al fin y al cabo, estamos hechas de la misma asquerosa materia.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Homónimo al título.

Y siempre pretendo crear ese halo de misterio inexistente que me cubra, que me envuelva total o parcialmente y haga de mí una persona de todo menos predecible, porque los que me conocen saben que soy estable por naturaleza, que suelo mantener un orden y una organización, que sin llegar a ser matemático resulta exacto, pero nunca perfecto. No, no puede ser perfecto algo tan calculado. Hoy me ha sorprendido un sol de bienvenida, una piñata de cumpleaños anticipada que me ha mantenido en vilo parte de la mañana sin saber qué me iba a deparar. Después de mi correspondiente ratito de ensoñación propia y despreocupación, llegué a la conclusión de que a ojos extaños debo parecer una pequeña creación de Jaen-Pierre Jeunet fugitiva, deambulando por un mundo que no le corresponde.

domingo, 1 de febrero de 2009

Un "meme".

Normas del juego:
1. Crear un link de la persona que te ha indicado el meme. http://a-hundred-words.blogspot.com/
2.Confesar 7 cosas extrañas/raras/diferentes sobre ti y tu personalidad en el blog.
3. Crear un link a 7 personas invitándolas a participar del meme.
4. Avisar a los 7 afortunados que han sido invitados por medio de un comentario

Las dos últimas normas me las salto porque no voy a nominar a nadie.

-Cosas raras/extrañas/diferentes que me identifican:

1º) Me es imposible pasar un día sin refugiarme, aunque sea por poco tiempo, en mis ensoñaciones y fantasías, en un pequeño mundo paralelo, donde hay de casi de todo.

2º)Para mí escribir es una necesidad, no básica, pero casi, para no dejarme de lado y no correr el peligro de dejar de conocerme. Cuando paso más de una semana sin escribir me siento como cuando dejas de hablar durante un tiempo con un amigo íntimo.

3º)Me gusta entusiasmarme con una película de la que tengo buenas referencias hasta que por fin la veo y me fascino por completo. Sobre todo si me siento identificada con algún personaje (la chica del vaso de agua)

4º)También me gusta leer sentada en algún pequeño rincón confortable de mi cuarto con una taza de leche con canela o té, o barritas de incienso encendidas. Y levantar la vista de vez en cuando y comprobar que sigue siendo de día y que me queda mucho tiempo por delante.

5º)Disfrutar de los pequeños detalles: sentir la brisa fría de otoño/invierno cuando el sol está en su máximo apogeo; pisar los charcos de la calle cuando llueve; pasear por la playa en invierno, calzando unas botas y escuchando Yann Tiersen en el mp4; sentir ese escalofrío que te recorre la espalda cuando te desnudas en verano después de haber sudado por el calor y una suave brisita acaricia tu piel húmeda; oler el perfume de cada uno de mis amigos e intentar distinguir a qué huelen; percibir cualquier forma de arte; imaginar, cuando alguien me abraza, que es para siempre; obsevarlo todo con los ojos muy abiertos; besarle mientras le voy esnifando todo el cuerpo...

6º)Me gustaría hacer una recopilación de todo lo que he escrito tras pasar una etapa importante de mi vida (raices dormidas) y verlo algún día publicado por mucha vergüenza que sienta a veces de pensar que estoy expresando lo que soy y que habrá quién no me reconozca en esas palabras o justo todo lo contrario.

7º)Tengo la constumbre de asignarle a algunas de mis creaciones nombres de recursos literarios, aunque también lo hago para eufemizar situaciones, personas, sentimientos...

jueves, 22 de enero de 2009

Ya es sólo humo.

Tiemblo, tiemblo, ¡estoy tiritando! y se me arranca la piel a pedacitos cuando te separas de ella. De rojo y oscuro desnudamos el ambiente y sale fuego de nuestros cuerpos (que dice que ya es sólo humo) Al vestirse se vuelve ceniza de inverno chamuscado a la vez que suena esa canción que, desde el primer momento que la escuché pensé "suena a despedida" y no me equivoqué. Ahora significa mucho, casi todo.
Lloran las paredes gotas de lluvia de la calle y las antítesis bailan en mi cabeza alrededor de una hoguera hecha con leños y un poco de rabia que me sobró de la última vez que me gritó a la cara la persona más egoísta del mundo. ¡Abrázame! me ordenas con la voz/te ordeno con mi alma, entre nosotros no cabe el vacío. Y ahora, no me sueltes, por lo que más quieras no me sueltes, que hoy me siento extremadamente frágil y casi noto que puedo romperme. ¿Y mis raíces? ¿dónden están? Durmiendo, claro, pero se van a mojar, porque nunca llueve a gusto de todos y hoy mi almohada está húmeda, que se adelantaron a mis lágrimas sin sentido.
La chica de los ojos azules dice que escribiré una novela cuando salga de esta ciudad. A lo mejor cuando me vaya se despiertan las raíces. A lo mejor si te espero en un banco que no sea el de siempre se despiertan. A lo mejor si en vez de subirte a la copa de un árbol te subes a lo más alto de la Torre Eiffel y haces el payaso (pero sólo en mi mente porque dices que no tienes derecho a ocupar(me)lo todo). A lo mejor si me invento una letra nueva y mis aliteraciones dejan de ser en "s".
A lo mejor si echo a correr cuando necesite respirar me doy cuenta de lo corta que es la vida y que tengo que asumir que, por esa misma razón, siempre me faltará tiempo. Hoy es de estos días que tengo mucho que contar y me desbordo entera porque no me caben en la boca ni en las manos las palabras.

sábado, 17 de enero de 2009

No se piensa, se hace.


Del mundo y sus frenéticas melodías me embriago.

En la calle tomo retazos de conversaciones ajenas para hacerme una manta y cubrirme con ella en noches de luna menguante. El brillo de los ojos es escaso en este callejón angosto, tan estrecho que ni cabe el humo que sale de mi boca cuando digo "tengo miedo". Porque aquí no vive la espontaneidad, deja algunos rastros casi imperceptibles, pero sus huellas son diminutas y me cuesta darme cuenta de que existen. Supongo que tiene arreglo, que la clave está en ver la vida con otros ojos. Pero como siempre digo, de los ojos yo me creo la mitad, no me fío de cualquiera y aquí la mayoría no lucen, ¡es un mundo insatisfecho para cobardes! Y lo que más me duele de todo es que me encierro en él por miedo a caerme porque aquí ya tengo mi nido hecho con raíces dormidas; por miedo a dejar de ser un leve resplandor de esperanza en este mundo mediocre y pasar a ser una mediocre en un mundo brillante.

Bah, después de esto me doy asco, no sé cómo no me caigo del orgullo que tengo encima, que debería vencerme su peso. Entonces sí que me caería y me haría daño.