sábado, 21 de marzo de 2009

Día 21.

Me volví modernista a destiempo, soy verbo irregular, el arte por el arte me cegaba. Pero no me arrepiento porque al final abrí los ojos, con las pestañas altivas desafiando al sol y a todo lo que se ponga por delante, que ya es hora de hacer frente a los mordiscos que se da mi estómago a sí mismo una noche sí y la otra, también porque se desboca pensando que vive en una constante tormenta (de ideas, de sentimientos, de locuras, de vicios...) y no soporta tanta presión. A veces aún me ahogo de pensamiento, se me queda el alma apretujada en un suspiro y dormita las horas muertas frente al despertador que me regalaste (es lo que tiene ser asmática crónica instrínseca interminente) pero luego llegan los momentos de excitación y coqueteo con la Efímera Euforia, que me dice que antes o después acabaré en su cama. Y no le replico, al contrario, le dedico uno de mis mejores guiños y le digo "hasta mañana". Que la veré al día siguiente y al otro y al otro, y mientras el reloj se quedará sin pilas si es que no lo moja antes la lluvia de abril, la que me devuelve las horas perdidas. Y me cederá la vida y no le daré las gracias (o sí) y me embarcaré en un nuevo destino, que todavía tengo que pintarme un futuro nuevo en mi libreta de papel perfumado de jazmín. (porque me he dado cuenta de que las flores existen, intermitentemente, pero existen)

1 comentario:

Edu dijo...

Las flores siempre existen en la superficie de la primavera o escondidas bajo la nieve.
Un Saludo.