domingo, 1 de marzo de 2009

Día 1.

Ahora todo quema, me temo, todo duele un poquito. Un anuncio, la radio, un cartel, parte de una conversación de dos extraños que han compartido un tramo de tu camino y que se alejan cruzando por el paso de cebras, cualquier acorde que pueda considerarse bonito, el viento... Todo produce un efecto inesperado, nada puede pasar desapercibido cuando caminas con la esperanza acorralada en un rinconcito de lo que debió ser un corazón y que ahora mismo denomino como indefinido. En la mente resulta inevitable organizar el horario del mes en que he caído de boca y con los ojos vendados, que llevo tiras blancas de tela colgando a los dos lados de la cabeza que me hacen parecer una completa idiota y que temo que los demás se burlen de ellas. Ahora miro a trás, leo todas mis palabras, vacías y llenas. Allí también encuentro rastro de mil y una ilusiones que saben que han perdido su sitio en mi vida y se sienten echadas a la calle, teniendo un contrato de alquiler firmado, que las debería haber avisado con un mes de antelación. No, no es que sea una hija de puta, es que me ví con el agua al cuello (pero quemándome que me achicharraba viva, que se me quedaron llagas en los dedos) y las puse de patitas en la luna. La calle me parecía demasiado vulgar para ellas, se merecen algo mejor y más alto, que sigan subiendo y subiendo hasta alcanzar su sitio, que yo me quedo aquí abajo limpiando la sangre de los labios, que como ya he dicho, me he caío de boca y me lo he partío.

1 comentario:

R. dijo...

Recuerda que las ilusiones son una energía renovable.