viernes, 8 de octubre de 2010

Como el monstruo de Frankenstein.

No considero, no indago, soy conscuente con mi era: en el planeta de la posmodernidad ninguna acción tiene efecto; todo es inmutable si el presente flamante agostó el pasado, fulminó el futuro.

Es imposible escribir con cordura mientras tienes como banda sonora el telediario, pero esta frase de Pablo Gutiérrez es la única que une con imanes y post-its mis ideas revueltas, que ahora mismo son todas. Ya no tengo cabeza, tengo una nevera de estas de los hoteles, pequeñita, con el espacio justo para alguna botella de los jueves, para el zumo de por las mañanas. Todo se hiela, se está helando y todo el mundo mira para otro lado. A quién le importa si ya no lo miras con otros ojos, si no le dices nada para no clavarle monosílabos. Todos tienen un chaleco salvavidas que reza yo también tengo problemas en naranja fosforito. Nadie se conmueve, nadie se sobresalta, nadie grita nunca. Y a mí, que me pincha la escarcha que se agarra entre la uña y la carne, se me resbalan los motivos y las ganas de intentar cambiarlo, de buscar la garantía de este frigo-cerebro y reclamarle al Corte Inglés y la Seguridad Social que me ha estafado al convencerme de que podría ser uno de ellos. Ahora tienen una generación sin entrañas y yo, otra enfermedad crónica a parte del asma, llamada desilusión.

2 comentarios:

Rochies dijo...

no dudo que el descargo la liberó.

Tara dijo...

no es por no preocuparme, no es que no vea tu chaleco fosforito pero...

hay más enfermos, yo por ejemplo